martes, 5 de julio de 2016

  • LIZÁRRAGA, Reginaldo de

    (Medellín de Extremadura; 1535; Asunción, 1609) Fraile dominico y obispo


    Baltasar de Ovando, natural de Medellín[1] , viaja a América con sus padres hacía 1555, estableciéndose en Quito y recibiendo la primera tonsura clerical. En 1560 en Lima entra en el convento de Santo Domingo y el prior fr. Tomás de Argomedo le da el nombre de Reginaldo de Lizárraga.


    Cumplido el noviciado, hace su profesión religiosa y al terminar los estudios es ordenado sacerdote. En la provincia dominicana del Perú el "Padre Lizárraga tuvo muchos cargos: fue Predicador general, Prior en varios conventos, Definidor y Vicario Provincial"[2] , además de ser maestro de los novicios y desempeñarse como cura de doctrina de indios en Jauja; "todos estos oficios los cumplió con esmero, con desempeño ejemplar y gran responsabilidad, dando muestras de tino y prudencia"[3] .


    Su relación con Chile se desarrolla en tres etapas durante treinta años. En Lima, en 1581, el capítulo provincial nombra a Lizárraga vicario provincial de Chile y este ejerce su cargo en el convento de Santo Domingo en Santiago hasta 1586, años en los que "fueron erigidos en conventos las casas del sur: Concepción, Villarrica, Valdivia y Osorno"[4] . A raíz de la creación de la provincia de San Lorenzo mártir de Chile (1584), Lizárraga es elegido primer prior provincial en 1587, cargo que ocupa en Santiago hasta 1592, presenciando a la muerte del obispo Diego de Medellín, "del cual se dice que era pariente"[5] . Finalmente el Virrey D. García Marqués de Cañete, recomienda a Lizárraga al rey Felipe II y este lo presenta al Papa como obispo de La Imperial de Chile, dando después noticia al Deán y Cabildo en la Real Cédula del 7 de junio de 1597[6] .


    Clemente VIII lo elige obispo de La Imperial el 31 de agosto de 1598, como sucesor de don Agustín de Cisneros, fallecido en 1595 o 1596. Consagrado en Lima en 1599 por Toribio de Mogrovejo, allí permanece durante tres años, enviando a su diócesis su procurador, fr. Francisco de la Cámara, O.P. En Lima, su actuación como obispo deja a los historiadores la impresión de un excesivo regalismo. Al llegar el 12 de diciembre de 1602 a Concepción, situada en la inmediatez del océano, Lizárraga encuentra una situación desoladora: a causa de la rebelión araucana iniciada en diciembre de 1598, las ciudades españolas fundadas en el territorio de la diócesis han desaparecido, incluida La Imperial, y solamente quedan al norte del río Bío-Bío Concepción y Chillan, y en la isla grande de Chiloé, la ciudad de Castro.


    Lizárraga se preocupa de reorganizar la diócesis: el 7 de febrero de 1603 establece que la iglesia parroquial de San Pedro sea la catedral de la diócesis, trasformando de hecho a la ciudad de Concepción en la sede definitiva del obispado; nombra a los sacerdotes García de Alvarado y García de Torres Vivero canónigos de la catedral, para que allí atiendan a su servicio; frente a la falta de curas doctrineros atiende personalmente a las necesidades espirituales y pastorales. También los desastres naturales, como terremotos y tsunamis, obstaculizan la ya difícil labor pastoral. En 1604 "sucedió a las cinco de la tarde otra inundación de la mar, con tanta vehemencia y bramidos, que anegó la mayor parte del pueblo";[7] el mismo convento franciscano, que hospeda a Lizárraga, tan pobre que ni siquiera tiene la casa obispal, es inundado. En tales condiciones no asombra la reiterada petición de renuncia de Lizárraga que ya se aproxima a los setenta años.


    El obligado traslado canónico de la sede episcopal, dispuesto por el primer obispo dominico en Chile, permite la continuación de la jerarquía en el sur del país, y por ello Lizárraga es el primer obispo llamado de Concepción. De él los gobernadores Alonso de Ribera y Alonso García Ramón, y el jesuita P. Esteban Páez elogian la pobreza, los ejemplos de virtud, la mucha edificación de letras, la ocupación pastoral en oír confesiones y alimentar espiritualmente a su feligresía[8] . Trasladado al obispado de Asunción de Paraguay, emprende su viaje a inicio de 1608, y muere en noviembre de 1609 en Asunción.


    OBRAS.

    Descripción del Perú, Tucumán, Río de la Plata y Chile, M. SERRANO Y SANZ, Manuel, Madrid 1909 (publicado también como Descripción y población de las Indias); Los cinco libros del Pentateuco; Lugares de uno y otro Testamento que parecen encontrados; Lugares comunes de la Sagrada Escritura; Sermones de tiempo y Santos; Comento de los emblemas de Alciato; un opúsculo sobre la vida del primer arzobispo de Lima D. Fr. Gerónimo de Loayza (Mendiburu, 27-28).



    Notas

    1.  Descripción, L. I, C. XLII
    2.  Mendiburu, 27
    3.  Rehbein, 376
    4.  Ramírez, Los primeros, 179
    5.  Ramírez, El primer, 10
    6.  Colección, Maulén, II, 275-276
    7.  Descripción, L. II, C. LXXVI
    8.  Rehbein, 388

    BIBLIOGRAFÍA

    ALCEDO, Diccionario Geográfico-histórico de las Indias Occidentales o America, I, Madrid 1786 Colección de documentos históricos del Archivo del Arzobispado de Santiago. Cedulario I. 1548-1649, MAULÉN, P. II, Santiago 1920

    DUCASSE, I. Servidores del Evangelio. Los obispos de Chile 1561-2007, Santiago 2008

    EGAÑA DE A, Historia de la Iglesia en América española. Desde el Descubrimiento hasta comienzos del siglo XIX. Hemisferio Sur, Madrid 1966

    ERRÁZURIZ, C. Los orígenes de la Iglesia Chilena (1540-1603), Santiago 1873; Don Fray diego de Medellín, en GONZÁLEZ DÁVILA G. Teatro eclesiástico de la primitiva Iglesia de las Indias Occidentales, vidas de sus Arzobispos y Obispos, y cosas memorables de sus sedes, en lo que pertenece al Reino del Perú, II, (1649-1655), Universidad de León 2001

    GAMS, P. Series Episcoporum Ecclesiae Catholicae, Ratisbonae 1873. Hierarchia Catholica medii et recentioris aevi, IV, Monasterii 1935

    SÁNCHEZ M. (Dir.) Historia de la Iglesia en Chile I Santiago 2009 La Provincia Eclesiástica Chilena, erección de sus obispados y división en parroquias, Friburgo (Alemania) 1895

    MEDINA, J. Diccionario biográfico colonial de Chile, Santiago 1906,

    MENDIBURU DE M, Diccionario Histórico Biográfico del Perú, V, Lima 1885

    MORENO, R. La organización eclesiástica chilena en tiempos coloniales, siglos XVI-XVIII, en Historia de la Iglesia en Chile, SÁNCHEZ M. (Dir.), I, Santiago 2009

    MUÑOZ, R. Rasgos biográficos de eclesiásticos de Concepción. 1552-1818, Santiago 1916. ID. Historia de la diócesis de Concepción, I, Santiago 1973

    OVIEDO C. Los Obispos de Chile. 1561-1978, Santiago 1979. ID., Los Obispos de Chile. 1561-1978. Complementación, en Anuario de Historia de la Iglesia en Chile 2 (1984)

    RAMÍREZ, R. El primer obispo dominico en Chile: fr. Reginaldo de Lizárraga, en Anuario de Historia de la Iglesia en Chile 8 (1990)

    RAMÍREZ, R. Los primeros religiosos dominicos de Chile en el siglo XVI, en Anuario de Historia de la Iglesia en Chile 2 (1984)

    REHBEIN, A. Reginaldo de Lizárraga, en Episcopologio Chileno. 1561-1815, OVIEDO C. (Dir.), I, Santiago 1992.

    SILVA, C. Historia Eclesiástica de Chile, Santiago 1925

    VARGAS, R. Concilios limenses (1551-1772), III, Lima 1954


    MARIO L. GRIGNANI


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  • Descripción colonial

  • Libro primero
    • Capítulo I

    • De la descripción del Perú. De qué gente procedan los indios

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Descripción colonial (libro primero) / por Fr. Reginaldo de Lizárraga

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ArribaAbajoCapítulo XVIII

De la[s] guaca[s] de Trujillo


Hállanse en estos reinos, y particularmente en los Llanos, unos enterramientos, comúnmente llamados Guacas, que son unos como cerros de tierra amontonada a manos, debajo de la cual los señores destos Llanos se enterraban, con ellos, según es fama, y aun experiencia, ponían gran suma de tesoros de oro e plata y la mayor cantidad de plata, tinajas grandes y otras vasijas y tazas para beber, que llamamos cocos. La guaca más famosa era una que estaba poco más de media legua de la ciudad de Trujillo, de la otra banda del río, de un edificio en partes terrapleno, en partes de ladrillos grandes, o por mejor decir de adobes pequeños.

Este edificio era muy alto, y en circuito o de box (si como marineros nos es lícito hablar) debía tener poco menos de media legua.

Quien lo edificase no hay memoria, ni los indios tal oyeron decir a sus antepasados. Para edificarlo es imposible, sino que se pasaron muchos años y labraban en él suma de indios. Si no se ve no se puede creer. Siempre se entendió era enterramiento, y aun enterramientos o sepultura de muchos señores, cuales fueron los de aquel valle de Trujillo, que se entiende fueron mucho antes que los Ingas, y poderosísimos así en riquezas como en ánimos para subjetar mucha parte deste reino,   —74→   porque a cuatro leguas de la ciudad de Guamanga se ha hallado otro edificio, aunque diferente, pero figuras de indios como las de los deste valle de Trujillo, de donde se colige hasta allí haber llegado el señorío destos señores, y aun pasado hasta el Collao. Porque en un pueblo deste Collao, Tiaguanueo, se ve otro edificio de cantería, y piedras muy grandes, muy bien labradas, semejantes a éste cerca de Guamanga, que los que allí hacen noche lo iban a ver a maravilla; la primera vez que por allí pasé, habrá 29 años, con otros dos religiosos, lo vimos y nos admiramos, porque no habiendo tenido estos indios picos ni escodas, ni escuadras, para labrar aquellas piedras, verlas labradas como si canteros muy finos las hobieran labrado, causaba admiración; había puertas de tres piedras y grandes: las dos que servían a los lados, la otra de umbral alto. Vimos allí una figura de sola una piedra que parecía de gigante, según era grande, corona en la cabeza y talabarte como los anchos nuestros, con su hebilla.

Preguntar qué noticia se tiene desta gente no hay quien la dé, y porque este edificio es semejante al de junto a Guamanga, se cree haberlo hecho un mismo señor, y que este era señor de Trujillo, que para memoria suya donde le parecía lo mandaba edificar. Cosa cierta no hay.

Los señores principales deste valle de Trujillo se llamaban, como propio nombre, Chimo, y de uno hasta el día de hoy hay memoria déste nombre, añadiéndole otro como por sobrenombre, Capac, que junto se nombraba Chimopacac, que quiere decir chimo riquísimo. Lo que se colige es que   —75→   destos Chimos era la guaca de Trujillo enterramiento. Los vecinos de Trujillo, viendo aquel famoso edificio y teniendo noticia haber allí gran tesoro enterrado, sin que hobiese rastro ni memoria quien allí lo puso, ni a qué herederos les hobiese de venir, juntárose algunos vecinos de indios y no vecinos, y hecha compañía determinaron de cavar a la ventura como dicen; dieron en algunos aposentos debajo de tierra, y finalmente, dieron en mucho tesoro; y no en el principal como se tiene por cierto. Cúpoles a más de 160000 pesos, pagados quintos, pero no sé qué se tenía aquella plata, que ninguno la gozó; fuéseles como en humo. Verdad sea que gastaban a su albedrío y sin orden alguna; otros cavarían en otras partes, sacaron alguna plata, no tanta como los desta compañía. Comenzando a sacar plata desta guaca, todos los valles de los Llanos se hundían cavando guacas, y registrando sacaron plata de la bolsa pagando jornaleros cavadores y mucha tierra; nunca, empero, hallaron lo que deseaban. Hobo en este tiempo en el valle de Lima un famoso hereje, creo inglés, que junto al pueblo de Surco él sólo cavaba una guaca, que llaman de Surco, y por lo que después, cuando preso y descubierto ser hereje se entendió, aguardaba otros de su herejía que habían de venir; allí se estaba de día y de noche cavando y sacando la tierra él propio, mal vestido; venía a la ciudad, que dista de la guaca una legua, pedía por amor de Dios y llevaba poco que comer, hasta que se descubrió ser hereje, preso por el Santo Oficio justísimamente. Le quemaron en el primer aucto que los señores inquisidores hicieron.



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ArribaAbajoCapítulo XIX

Del valle de Sancta


Desde esta ciudad de Trujillo, 18 leguas más adelante, la costa en la mano, llegamos al valle y puerto llamado Sancta, abundante mucho de todo género de mantenimientos, donde se comienzan a hacer trapiches de azúcar y muy bueno; muy cerca del puerto se ha poblado un pueblo de españoles, el cual si tuviera indios de servicio fuera en mucho crescimiento; tiene pocos indios naturales; bajan los de la sierra de la provincia que llamamos guailas; es en notable daño de los indios; son serranos y corren gran riesgo sus vidas, como en todas partes e todas las veces que a los Llanos bajan. Tiene muchas y muy buenas tierras, todas de riego, con acequias de un río de bonísima agua y muy grande, que pocas veces se deja vadear; pásase, en balsas de calabazos, y es lo más seguro. Estas balsas las hacen los indios mayores o menores, como es la gente o hato que se ha de pasar. Los calabazos son muy grandes y redondos; ponen en una red a la larga ocho o diez, otros tantos en otra, y así la ensanchan conforme son los que han de balsear; hácenla de seis, siete y ocho hileras de calabazos. Las redes atan unas con otras; aladas, encima echan leña y rama porque no se mojen las personas y el hato. Luego dos indios, grandes nadadores como lo son todos los de los Llanos,   —77→   atan unas sogas a la balsa, y ciñiéndosela por el hombro toma cada uno su calabazo grande, y echándose sobre él nadan, y desta suerte llevan y pasan la balsa de la otra parte del río, por poco precio que se les da. Este río desemboca viniendo de Trujillo, un poco más abajo del puerto, por cuya boca no se puede entrar ni tomar agua; empero, de la acequia principal que pasa por cima del pueblo, sale una pequeña que cae en la playa del puerto.




ArribaAbajoCapítulo XX

De los demás valles a Los Reyes


Desde este valle al de Chancay ponen cincuenta leguas, en las cuales a trechos pasamos por seis valles, todos abundantísimos, si los naturales no hobieran faltado, que los labraban, para todo género de mantenimiento, con agua bastante de riego; sus acequias sacadas, pero ya perdidas.

El primero es Cazmala baja y Cazmala alta, donde han quedado pocos indios, que apenas pueden sustentar un sacerdote; de aquí vamos a Guarme, mejor valle y de más indios, con puerto no muy seguro por la mar de tumbo que hay al desembarcar; tiene mucho pescado, mucha arboleda, algarrobas que se llevan a Los Reyes para las carretas, e yo vi desde este valle llevarse navíos cargados a Los Reyes de carbón, que no era poco provecho a la ciudad y al señor del navío, llamado el Carbonero.

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Ocho leguas siguiendo la costa por do se caminaba es el de Parmunguilla, valle estrecho, de bonísima agua el río, y que en su nacimiento se halla oro; abundante de trigo e maíz; ya no se camina por la costa, porque haberse consumido los indios fue causa de cerrarse con mucho cañaveral bravo; rodéanse más de cuatro leguas metiéndonosla tierra adentro, el cual pasado, parte términos con el de la Barranca, que le es muy cercano; las pocas tierras que tiene son muy buenas.

Luego entramos en el de la Barranca, fertilísimo de trigo e maíz, y de tierras muchas y muy gruesas; de aquí se lleva la mayor parte del trigo que en Los Reyes se gasta; hay en él dos ingenios de azúcar bonísimo; el río no es tan grande como raudo, y pedregoso, por lo cual en todo tiempo es dificultoso de pasar; tiene puente tres leguas arriba, a la cual por no ir, algunos se han ahogado.

Aquí hay unos pocos de indios poblados; pasado el río, luego se sigue el de Gaura, que tiene las mismas calidades que éste, con otros pocos de indios, y de donde se lleva mucho maíz y trigo a Los Reyes por mar; tiene puerto no muy seguro. Prosiguiendo por la costa adelante (si no nos queremos meter cuatro o cinco leguas la tierra adentro) llegamos, once leguas andadas, al valle de Chaucay, donde hay un pueblo de españoles llamado Arnedo. Este valle es muy ancho y de bonísimas tierras para todos mantenimientos, vino y olivares; de aquí se provee la ciudad de Los Reyes del mucho maíz y otras cosas, y aun melones de los buenos del mundo. Hácese buen vino, y fuera mejor si el vidueño fuera del que llamamos torrontés.

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Tiene puerto, donde los vecinos de Arnedo, embarcan sus harinas para Tierra Firme, y trigo e maíz para Los Reyes.

El río es no de tan buena agua como los precedentes. De aquí a la ciudad de Los Reyes ponen once leguas, en cuyo camino se atraviesa la sierra de la arena áspera, y larga, por ser arena muerta; en tiempo de verano no se puede caminar sino de noche, con riesgo de negros cimarrones.

Ocho leguas andadas entramos en el valle de Carvaillo, donde hay muy buenas estancias o chácaras de maíz e trigo, con un río de buena agua con que las tierras se riegan; este valle dista de la ciudad de Los Reyes tres leguas, desde donde aún podemos decir comienza aún el valle desta ciudad, que tiene dos ríos, porque en medio de un valle y otro no hay arenales que los dividan, sino todo este trecho son tierras de pan, maíz, viñas, aunque pocas, pobladas con sus casas de los señores de las heredades. Hay en este valle de Carvaillo un poblezuelo de indios el río arriba, donde se sustenta un sacerdote con las chácaras anejas.




ArribaAbajoCapítulo XXI

De la ciudad de Los Reyes


El valle donde se fundó la ciudad de Los Reyes, llamado Rimac en lengua de los indios, sin hacer agravio a otro, es uno de los buenos, y si dijere, uno de los mejores del mundo, muy ancho, abundante,   —80→   de muchas y muy buenas tierras, todas de riego, pobladas de chácaras, como las llamamos en estas partes, que son heredades donde se da trigo, maíz, cebada, viñas, olivares (a las aceitunas llamamos criollas, son las mejores del mundo), camuesas, manzanas, ciruelas, peras, plátanos y otros árboles frutales, de la tierra, membrillos y granadas, tantos e tan buenos como los de Zahara; las legumbres, así de nuestra España como las de acá, en mucha abundancia en todo el año.

El agua del río no es tan buena como la de los demás valles destos llanos, respeto de juntarse con el río principal otro no de tan buena que la daña. Pero proveyole Dios de una fuente a tres cuartos de legua de la ciudad, de una agua tan buena que los médicos no sé si quisieran fuera tal. Oí decir a uno dellos, y el más antiguo que hoy vive, que la fuente desta agua le habría quitado más de tres mil pesos de renta cada año, porque después que el pueblo bebe della, las enfermedades no son tantas, particularmente las cámaras de sangre, que se llevaban a muchos.

Esta agua se trujo a la ciudad, y en medio de la plaza, hay una fuente muy grande, bastante para dar la agua necesaria; pero porque es grande y más sin costa se aprovechase della, en los barrios hay sus fuentes, como en la placela de la Inquisición, en la esquina de las casas del licenciado Rengifo, en el barrio de San Sebastián y en todos los monasterios y en casas de hombres principales, y en las cárceles y en el palacio hay dos, porque como las calles sean en cuadro, y el agua vaya encañada por medio de las calles, es fácil de la calle ponerla en casa.

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Llamaron los fundadores, que fueron el marqués don Francisco Pizarro y sus pocos compañeros, a este pueblo, la ciudad de Los Reyes, porque en este día la fundaron; diéronle, aunque acaso, auspicatísimo nombre, porque si muchos Reyes la hobieran ennoblecido, en tan breve tiempo como diremos, no hobiera crecido más, ni aun tanto; mas como el favor del cielo sea mayor que el de los hombres, Nuestro Señor, por intercesión de los Santos Reyes, la ha multiplicado; es la silla metropolitana de todo este reino de Quito a Chile; aquí reside el Virrey con el Audiencia, la Santa Inquisición, y aquí se fundó la Universidad.

De todo diremos adelante más en particular lo que a esto toca, cuando tractaremos de los Virreyes y perlados eclesiásticos.

El río desta ciudad, en tiempo de aguas en la Sierra, que llueve como en nuestra España, es muy grande y extendido; no tiene madre, como no lo tienen los demás destos llanos; corre por cima de mucha piedra rolliza; antes que tuviese puente, muchas personas se ahogaban en él queriéndole vadear, porque aunque tenía un puente de madera hecho de horcones hincados en el suelo, estaba tan mal parada, que no se atrevían a pasar por ella, y no podían pasar sino uno solo, y con sus pies. Lo cual visto por el marqués de Cañete, don Andrés Hurtado de Mendoza, de buena memoria, llamado el limosnero, gran amigo de pobres, dio orden cómo se hiciese puente toda de ladrillo y cal, de siete o ocho ojos, que comenzase desde la barranca del río a donde casi llegaban las casas Reales, y desde los molinos del capitán Jerónimo   —82→   de Aliaga, secretario que fue de la Audiencia, que hacen casi calle con las casas Reales; al cual diciendo los oficiales maestros de la obra que mejor se fundaría más abajo, donde estaba la puente de madera que acabamos de decir, aunque había de ser más larga, porque haciéndola allí el río se iba su camino, sin echarlo a la ciudad, lo cual forzosamente se había de hacer haciéndola donde el Virrey mandaba, y que la barranca era señal evidente ya el río había llegado una vez allí y había de llegar otra, por el común refrán, al cabo de los años mil vuelve el río a su carril, respondió la mandaba hacer en aquel sitio porque los pasajeros que viniesen de abajo, y pliegos de Su Majestad de España, por tierra, entrasen a una cuadra de las casas Reales donde el Virrey viviese, y por la calle derecha a la plaza una cuadra della, y cuanto a echar el río a la ciudad, que no habían de ser los Virreyes tan flojos quel río la hiciese daño; palabras realmente de gran republicano, como lo era.

Con todo eso, como diremos, ha hecho daño el río si los Virreyes no tienen ánimo para remediarlo.




ArribaAbajoCapítulo XXII

De la ciudad de Los Reyes


No creo ha habido en el mundo ciudad que en tan breve tiempo haya crecido en número de monasterios, ni iguale a los religiosos que en ellos sirven   —83→   a Dios, alabándole de día y de noche, y ejercitándose en letras para el bien de las ánimas, como esta de Los Reyes, habiendo ayudado muy poco o nada los príncipes y gobernadores destos reinos al edificio dellos.

El más principal y el primero della es el nuestro, llamado Nuestra Señora del Rosario; no ha 68 años que se fundó; el primer fundador fue el padre fray Juan de Olías; su sitio es una cuadra de la plaza y muy cercano al río. Oí decir a los viejos lo que aquí refiriré de su fundación.

Llegado el marqués Pizarro con los demás conquistadores a este valle, después de haber preso en Cajamarca a Atabalipa y habiéndole muerto, vinieron con él dos religiosos, uno nuestro, el sobredicho, y otro de la orden del glorioso padre San Francisco; eligieron para fundar su ciudad el sitio que agora tiene, que es el mejor del valle junto al río, a la parte casi del Oriente; a la del Sur por la parte de arriba una acequia de agua ancha que atraviesa todo el valle de Oriente a Poniente. Por la parte del Poniente, el puerto llamado el Callao, dos leguas de la ciudad de Los Reyes; carreteras, por la parte del Norte el camino real para Trujillo, y dende abajo, señalaron sus cuadras y sitios para casas, y a los dos religiosos dijéronles: vosotros no sois más que dos, vivid agora juntos en este sitio que os señalamos, que es el que tiene agora nuestro convento; llana la tierra, y conquistados los indios del valle (que a la sazón eran muchos), el que se quisiese quedar con ese sitio se quedará con él; al otro le daremos el que más cómodo le pareciere. Sucedió así, aceptando los dos religiosos el partido,   —84→   que un día vinieron todos los indios del valle, y otros llamados, sobre los nuestros, los cuales dijeron a los religiosos: Padres, vosotros no habéis de pelear; tomad en esas botas vino y biscochos, y a los que estuvieren cansados y flacos dadles de comer y beber, y a los heridos recogedles y lavadle las heridas con vino. Los indios llegaron donde los nuestros les esperaban, con gran vocerío, así pelean; el padre de San Francisco, pareciéndole no le convenía esperar el fin de la batalla, ni hacer lo encomendado, que en aquel trance le era muy lícito, puso faldas en cinta, tomó la via del puerto, llega cansado, lleno de polvo, sudando, y a los pocos de los nuestros que allí había dejado el Marqués con dos navíos no muchos soldados con dos caballos, dales nueva quel Marqués y los demás eran muertos, y sólo él se había escapado. El capitán de los navíos (creo, era el capitán Juan Fernández, de quien abajo haremos mención), con los demás, hicieron el sentimiento justo, tuvieron por perdido el mejor reino del mundo, y perplejos no sabían qué se hacer, si por ventura desamparaban el puerto y se volverían a Panamá o a Trujillo, o aguardarían otra nueva; el buen padre instaba en ser verdad lo por él afirmado; finalmente, resolviéronse en que dos soldados, los más valientes, con sus armas tomasen los caballos, y caminando para la ciudad fuesen a ver si era así, y cuando lo fuese, no era posible todos quedasen muertos, algunos se escaparían y encontrarían en el camino, o fuera dél, y a estos recogiesen y volviesen al punto, y entonces deliberarían lo que más conviniese. Salen nuestros dos valientes soldados en sus caballos, armados,   —85→   llenos de tristeza e no con menos temor; en el camino, que muy poblado era de arboleda, a lo menos la legua y media, cada hoja que se meneaba les parecía ejércitos de enemigos; pero prosiguiendo su camino, sin encontrar hombre viviente llegan a la ciudad y hallan a los nuestros, alcanzada la vitoria, curando a los heridos, y los sanos descansando del trabajo de la batalla.

Su alegría fue muy grande cuando vieron cuán al contrario era lo que el padre de San Francisco dijo, de lo que por sus ojos vieron; llegan donde estaba el Marqués, dan cuenta de lo dicho, y la razón por que vinieron, el cual con los demás estaban cuidadosos qué hobiese sido de aquel padre, no imaginando, que se hubiese huido, sino que por ventura los indios se lo hubiesen llevado. Empero, sabida la verdad del hecho, el Marqués mandó embarcarlo, y en el primer navío que despachó a Panamá lo llevaron, con juramento que hizo que mientras viviese no le había de entrar fraile de San Francisco en su gobernación, y así se cumplió, no siendo bien hecho ni lícitamente jurado. Aquel no fue defeto sino de un fraile particular, pusilánime, y por este defecto no se había de perder ni carecer del bien grande que la religión del seráfico padre San Francisco donde quiera que vive hace. Si los del puerto le desamparan, creyendo lo dicho por este religioso, en gran riesgo ponían, al Marqués y a los demás de perderse, porque como el reino sea muy grande y muchos los indios, si les faltaran navíos con que enviar a pedir socorro a Tierra Firme, totalmente se perdería. Nuestro religioso puso también sus faldas en cinta, arrebató   —86→   su bota, biscocho y queso; no tenían conservas, ni regalos, y a los cansados dábales de beber y un bocado, a los heridos curaba como mejor podía, y así andaba en medio de los que peleaban. Desta suerte quedamos con el sitio que agora tenemos, el cual, aunque entonces pareció el más cómodo, agora no lo es, por no poderse extender tanto cuanto es necesario, y por el río, que es mal vecino en todas partes.

Después muchos años poblaron los padres de San Francisco y tienen el mejor sitio del pueblo, y más que todos los conventos juntos, aunque del río corren un poco de riesgo, como nosotros, y se correrá más si no se remedia.




ArribaAbajoCapítulo XXIII

De nuestro convento


Quedando, pues, con este sitio, que es de cuadra y media de largo; de ancho no tiene cuadra entera (porque la barranca del río no da lugar a ello, por correr al sesgo), se comenzó a edificar el convento; empero, quien con más ánimo, fue el valeroso, y no menos religioso, gran predicador, gran servidor de su Majestad, fray Tomás de San Martín, a quien por otro nombre llamaban el Regente, por haberlo sido en la Española o isla de Santo Domingo. Este religiosísimo padre, siendo provincial en esta provincia, y el primero, a quien dio por nombre   —87→   San Juan Baptista, comenzó el edificio de la iglesia de bóveda, de tres naves, y hizo la mitad de la iglesia, dejando los cimientos de lo restante sacados.

Oí decir al padre fray Antonio de Figueroa, un religioso nuestro muy esencial, gran siervo de Dios, verdadero hijo de Santo Domingo, que fue mi maestro de novicios, que le acaecía a este ínclito religioso, siendo como era provincial, salir de casa por la mañana con un bordón a pie, e ir una legua, poco más o menos, a la Caleta, y estar allí todo el día en peso hasta la noche, en que se venía al convento, sin comer, y lo que hallaba en el convento era un poco de capado fiambre, porque entonces no se había multiplicado el ganado nuestro mayor ni menor, que hobiese carnero, ni se comía en la ciudad, y con tanta alegría pasaba este trabajo como si tuviera todo el regalo del mundo. Parecía adevinaba el augmento que nuestro Señor había de hacer en breve tiempo, de religión, cristiandad y letras, en aquella casa. Después fue este varón heroico primero obispo de la ciudad de La Plata, aunque no llegó a sentarse en su silla, llevándole la majestad del muy alto primero a gozar de su gloria.

El día de hoy ya se ha acabado la iglesia con la buena diligencia del maestro fray Salvador de Ribera, hijo deste convento, aplicando justísimamente todo cuanto puede de los religiosos que se ocupan en doctrinar a los indios, y tan bien acabada, que en Indias ninguna hay mejor: sola una falta se le pone, y sin invidia, que la capilla mayor es pequeña, la cual tiene un retablo muy aventajado.



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ArribaAbajoCapítulo XXIV

De las capillas


Las capillas colaterales por la parte del Evangelio. La primera se llama del Crucifijo; ésta es del capitán Diego de Agüero, varón famoso entre los conquistadores deste reino, el segundo después del marqués Pizarro; dotola, bastantemente; dícensele dos misas cada semana, rezadas, sin vísperas, y misa mayor el día de Santiago, en el cual día tiene un jubileo plenísimo, y sin los aniversarios. Dejó demás desto la renta de unas casas, para reparos de la capilla, que hoy rentan más de quinientos pesos cada uno. Su hijo el capitán Diego de Agüero la ha ennoblecido mucho; puso en ella un retablo grande a proporción de la capilla, con un crucifijo de muy buena y devota figura, y en el retablo muchas reliquias de santos en sus medallas que le dio el convento. Luego se sigue la capilla nombrada de San Juan de Letrán, donde tiene un enterramiento junto al altar al lado del Evangelio el capitán Juan Hernández, quien dijimos era el capitán de los navíos que estaban en el puerto cuando el padre de San Francisco se huyó de la batalla que tuvo el marqués Pizarro con los indios en la plaza.

Dotola su dueño muy con limosna para dos misas rezadas cada semana: en las octavas de Todos Sanctos, vigilia y misa cantada   —89→   y el día de San Juan Baptista, vísperas e misa con sermón, con bastante limosna, y dejó para reparos de la capilla y ornamentos buena renta que la cobra el convento y la gasta en el uso dicho.

El arcediano de la sancta iglesia desta ciudad viene cada año, por nombramiento del señor de la capilla, a tomar cuenta en qué se distribuye la renta para el ornato de la capilla, y se le da un tanto señalado por el capitán Juan Fernández por este cuidado y trabajo. Helas visto tomar a un provincial nuestro, fray Salvador de Ribera, susodicho, con poco acuerdo y aun con no poca nota; quiso quitar esta capilla y la advocación della y darla a no sé qué otras personas; súpolo el heredero, salió a la contradictión, y viendo el provincial el agravio, a lo menos avisado lo hacía por el señor arzobispo de México, Bonilla, la volvió a sus herederos. Y no sé cómo tal cosa, no quiero decir injusticia, pretendió hacer, ni cómo los padres de consejo en ello vinieron. Porque esto oí decir muchas veces al padre fray Antonio de Figueroa, que fue mi maestro de novicios, y si no fue el primero, a lo menos el segundo hijo deste convento, varón verdaderamente hijo de Santo Domingo, que el capitán Juan Fernández trujo en sus navíos la tierra desta capilla desde21 Panamá, porque en ella todos los que se quieren enterrar se les da sepultura de gracia, y para que los cuerpos se comiesen presto trujo esta tierra; vi un año de un catarro pestilencial que la capilla, con ser espacio de dos los que en ella se enterraban, que fueron muchos,   —90→   al tercero día los cuerpos estar consumidos, y quería un provincial quitar esta capilla a su dueño y darla a otros. Pero Dios volvió por la verdad y la justicia.

Todos los que aquí se entierran ganan indulgencia plenaria, y las gracias que los que se entierran en San Juan de Letrán en Roma, y para el día de San Juan Baptista hay jubileo plenísimo. Muchos años vi que el día deste gloriosísimo sancto, Virrey, Audiencia y toda la ciudad venían a nuestra casa a celebrar en este día la fiesta de San Juan; ya por descuido de los padres prelados se ha caído, digo el venir los virreyes. El oficio se celebra este día en esta capilla.

Luego se sigue la capilla de Santa Caterina de Sena, muy bien aderezada con retablo y imagen desta gloriosa sancta; los tintoreros desta ciudad la tomaron para su enterramiento y la tienen muy bien adornada; celébrase en ella la fiesta de la gloriosa virgen Caterina con mucha solenidad y con un jubileo plenísimo, que los fundadores trujeron para los cofrades, todo el pueblo con sus cofrades, y si no me engaño los tintoreros instituyeron la cofradía de los nazarenos que el Miércoles Sancto de noche sale de nuestra casa con túnicas de buriel y cruces a los hombros, grandes, y muchos llevan consigo sus hijos niños con sus cruces. Gástase mucha cera.



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ArribaAbajoCapítulo XXV

De las capillas del lado de la Epístola


Por la parte del lado de la Epístola, la primera capilla es de San Hierónimo; dotola el capitán Hierónimo de Aliaga con dos misas rezadas cada semana, vísperas y misa el día de San Hierónimo y sus aniversarios; dejó bastante limosna, pero como al tiempo de la rebelión de Francisco Hernández fuese a España por procurador destos reinos, y no volviese más a ellos, muchos años la vimos muy malparada, que no decíamos misa en ella, por no tener ornato, hasta que habrá seis años que una nieta suya, doña Juana de Aliaga, hizo un retablo al olio, grande a proporción de la capilla, con una imagen de la Concepción arriba, que le costó más de tres mil pesos, añadiendo paños de seda para las paredes y ornamentos para el altar; empero Nuestro Señor la llevó para sí a pagarle lo que en su servicio había hecho, la cual si más vida le fuera concedida hiciera más.

A esta capilla se sigue la del Rosario, con un retablo hecho en España, bueno, y una imagen de bulto de Nuestra Señora en el cóncavo del retablo, de las buenas piezas que hay en todo España, porque en Indias ninguna llega. A la redonda de la imagen los quince misterios del Rosario, de bulto, cuanto la proporción del retablo lo sufre. En el pedestal la muerte de los niños inocentes, que parece   —92→   cosa viva, con la adoración de los Reyes al niño Jesús en el pisebre; fuera desto tiene en cuatro encasamentos cuatro santos de la Orden, de bulto, de muy galana proporción y figura.

Lo alto de la capilla es dorado con unas piñas de yeso pendientes, grandes, todas escarchadas de oro. Adórnase la capilla en las fiestas del Rosario con paños de damasco y terciopelo carmesí unas veces, otras con paños de damasco verde y terciopelo verde. Tiene tres lámparas de plata grandes, que por lo menos la una arde perpetuamente.

Todo esto ha hecho la cofradía del Rosario con la industria de los devotos y mayordomos. Los primeros domingos de cada mes se hace una procesión por el claustro, que para los que en ella se hallaren confrades (creo confesados) se les concede indulgencia plenaria. Sácase una imagen de bulto de Nuestra Señora, muy devota, que llevan diáconos. Sírvese de mucha cera de cirios que llevan los veinticuatro sin la demás para los demás confrades religiosos. Concurre mucha gente por la devoción grande que se tiene particularmente a la imagen puesta en el altar. El segundo domingo se hace procesión con el niño Jesús por la confadría de los Juramentos, fundada en nuestra casa, ni puede fundarse en otra parte, por concesión de los sumos pontífices, o con licencia del provincial donde no hobiere convento de la Orden, de la imagen de Nuestra Señora puesta en el altar. Si no fuéramos descuidados hobiera muchos milagros escriptos que ha hecho.

Siendo yo prior deste convento pretendí, dándome los señores inquisidores licencia para ello,   —93→   sacarlos a luz, haciendo las diligencias necesarias; empero, el provincial que a la sazón era, no sé por qué respeto lo impidió.




ArribaAbajoCapítulo XXVI

De la capilla de las reliquias


Luego más abajo se sigue la capilla de las Reliquias; llámase así porque tiene un retablo con sus vidrieras tan grande como un guadamecí, lleno dellas, traídas de Roma. Trújolo, el reverendísimo fray Francisco de Victoria, primer obispo de Tucumán, hijo de esta casa, varón docto; fuimos novicios juntos y condiscípulos en las Artes y Filosofía.

Esta capilla de las Reliquias es celebrada por la multitud que dellas hay, mayores y menores en cantidad, de famosísimos sonetos; hay entrellas un poquito del verdadero lignum crucis, donde Cristo murió, y un cabello de Nuestra Señora. El provincial que quiso mudar o quitar la capilla de San Juan de Letrán dio esta capilla a los ministros del Santo Oficio, con una carga pesadísima, que fuese el convento por sus cuerpos y sacerdotes los trujesen en hombros, como si fueran sacerdotes, cosa bien excusada, si se diera a los señores inquisidores y en ella se enterraran, pasara, pero darla a oficiales no se puede tolerar, y sin ninguna limosna. Y aunque entre ellos hay personas nobles, hay familiares que tienen oficios bajos, y a estos   —94→   enterrarlos, como vi a uno, como si fuera inquisidor, es igualar lo alto con lo bajo y la nobleza con los que no la tienen, y con todo esto, alguno destos familiares se entierran en otras partes y la capilla está sin marido, como las demás lo tienen, dotadas con muchas ventajas.

Luego se sigue la del glorioso San Jacinto, con retablo dorado y figura del sancto muy buena; la capilla bien adornada; hízose una solenísima fiesta el día que en esta ciudad se celebró la canonización del santo, con admirable adorno de la iglesia y más del claustro, con un coloquio famosísimo de la vida de este santísimo hermano nuestro, con tanta riqueza que parecía incomparable, y con ser tanta, no se perdió ni un alfiler.

Aquí se ha juntado la imagen de San Raimundo, agora nuevamente canonizado por el mismo Clemente octavo, que canonizó a Jacinto, en cuya fiesta fue mucho más el ornato admirable del claustro y iglesia que en tres días no se pudo impedir al pueblo que no viniese a verlo, y no se hartaban; tampoco faltó cosa de momento.

Debajo del coro al uno y otro lado hay dos capillas; al de la Epístola, una de los indios, con imagen de nuestra Señora, de bulto, y otra de los negros, asimismo con imagen de bulto, de la misma Señora, que, conforme a su posible, no están mal aderezadas.

Los mulatos toman otra, que es por donde se sale al claustro; ésta es la menos adornada; será nuestro Señor servido se adorne a su servicio y de su santísima madre.



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ArribaAbajoCapítulo XXVII

De los provinciales [que] han augmentado el convento


Dijimos arriba que el principal fundador deste convento fue el religioso y no menos valeroso padre fray Tomás de San Martín, primer provincial, el cual, después de haber comenzado la obra de la iglesia fue el que buscó y atrajo a todos aquellos capitanes y otras personas a que tomasen las capillas y las dotasen; buscó y atrajo al convento mucha renta de otras partes, como fue que a su persuasión el capitán Gabriel de Rojas hizo limosna a este convento de 6000 pesos ensayados, con no más obligación de que le encomendasen a nuestro Señor en los capítulos, lo cual perpetuamente se hace y en las misas, como a principal bienhechor nuestro; ganó chácaras y tierras de pan y solares para casas, con no poco trabajo de su persona, a quien subcedió en provincial fray Domingo de Santo Tomás, maestro en sancta Teología, varón realmente apostólico, castísimo, libre de toda cobdicia y ambición, gran predicador, así para los españoles como para los indios, y más dado a la predicación y conversión de los indios que a la de los españoles; fue el primero que imprimió y redujo a arte la lengua general deste reino. Varón de grande entendimiento y prudencia cristiana, ferventísimo en el celo del bien y aumento de los   —96→   naturales deste reino, por lo cual era de algunos aborrecido; empero decía lo que San Pablo: si agradase a los apetitos dañados de los hombres, no sería siervo de Dios. En el convento no sé qué haya aumentado, porque siendo provincial le fue forzoso ir a España y dende allí pasar en Italia al capítulo general que se celebraba de provinciales, y por esta razón no pudo augmentar como quisiera la casa aunque, por no dar nota de aplicar más para su casa que para otras partes, hizo una cosa donde mostró el poco amor que a los bienes temporales tenía, ni para su convento, que para sí, ninguno.

Esto la ciudad toda lo vio y los religiosos, porque estábamos en el convento. Había en la ciudad un mercader llamado Nicolaso Corso, hermano de Juan Antonio Corso, el rico; estando para se ir a España con 80000 pesos y más, ensayados, diole el mal de la muerte; envía a llamar al padre nuestro fray Domingo de Santo Tomás, que había pocos días llegado de España; dice le confiese y que allí tiene 80000 pesos y más, ensayados; que como le fía el ánima, le fía y entrega la hacienda para que haga della lo que quisiere, en bien y descargo de su conciencia, porque no tiene heredero forzoso.

No creo otro que este apostólico varón hiciera lo quel hizo. Toda la hacienda repartió entre pobres, y particularmente al Hospital de los naturales desta ciudad dejó la mayor cantidad, donde hizo una capilla y la dotó; no a su convento, con poderle dejar toda, instituyendo un colegio para bien de todo el reino, con renta, al modo de los de San Gregorio, de Valladolid, y no fuera esta obra   —97→   menos acepta a nuestro Señor que dejarlo al Hospital de Santa Ana. Porque no se dijese aplicaba para su casa, huyendo esta nota, lo dejó al Hospital de los naturales, y no dejó a su convento más que a los otros, que fueron 100 pesos corrientes de limosna para cien misas, ni en el acompañamiento del difunto que de aquella enfermedad murió, pidió más religiosos de un convento que de otro. Bastante argumento es del poco amor que a la plata tenía. Luego dende a poco le hizo merced Su Majestad de la silla episcopal de la ciudad de La Plata; lo que allí hizo y su muerte, cuando tractáremos de los señores obispos destos reinos lo diremos.




ArribaAbajoCapítulo XXVIII

De los provinciales de nuestra ordena


A este excelentísimo varón sucedió el gran fray Gaspar de Carvajal, religioso de mucho pecho y no menos virtud carretera y llana, el cual a todos los conventos que llegaba, cuando los iba a visitar, en lo espiritual y temporal, favoreciéndolo el Señor, dejaba augmentados. Varón abstinentísimo, de gran ejemplo, de una simplicidad extraña. En su tiempo, en parte dél fue prior desta casa el muy religioso fray Tomás de Argomedo, varón docto, de mucho ejemplo, buen predicador y acepto, el cual, el año de 60 me dio el hábito; a quienes, si no era cual o cual, nos quitaba los nombres y nos daba otros, diciendo que a la nueva vida, nuevos   —98→   nombres se requerían. Yo me llamaba Baltasar; mandome llamar Reginaldo, y con él me quedé hasta hoy.

Este religiosísimo varón y padre fue el primero que en nuestro convento comenzó a poner orden en el coro; hasta entonces no la había, por no haber religiosos que lo sustentasen; en pocos meses tomamos el hábito más de treinta, con los cuales y los demás sacerdotes del convento se comenzó de día y de noche, como en el más religioso de España, a guardar la observancia de la religión, y lo mismo se comenzó en los demás desta ciudad, porque hasta este año de sesenta muy pocos religiosos había en los conventos, los cuales faltando, no puede haber tanto concierto en el coro, ni en lo demás; de suerte que podemos decir, y justísimamente, que desde este año de 60, o cuando mucho del 58, comenzaron los conventos a se aumentar; para que se vea cuán en breve tiempo la mano del Señor ha venido favorabilísima sobre todos ellos. Diome la profesión el padre provincial fray Gaspar de Carvajal, cumplido mi año de noviciado, que ojalá y en la simplicidad que entonces tenía hobiera perseverado.




ArribaAbajoCapítulo XXIX

De los demás provinciales de nuestra orden


A este bonísimo varón sucedió el padre fray Francisco de San Miguel, venerable por sus canas   —99→   y vida ejemplar, gran predicador, conforme a lo que entonces se usaba, que era (creo lo mejor) no tantas flores como agora, ni vocablos galanos; no se daba tanto pasto al entendimiento como agora se da, pero dábase más a la voluntad y más la aficionaban a la virtud; diole nuestro Señor este don: tenía en su mano el auditorio para le alegrar y para le compungir y hacer derramar lágrimas; era de su natural grave, mas acompañaba a su natural gravedad mucha humildad y no menos sufrimiento; ninguna cosa aumentó en el convento, por no haber cómodo para ello.

Después del cual fue provincial el padre fray Alonso de la Cerda, hijo de este convento, varón recto, de unas entrañas humanísimas y muy llanas, gran religioso y de muy buen ejemplo, libre de toda cobdicia y muy observante; siendo prior compró el retablo para el altar mayor, de madera talla de bonísimas figuras, que costó: 3500 pesos puesto en el altar; fue el primero que comenzó a edificar el convento, haciendo una enfermería muy buena, con muy alegres celdas altas y bajas, como se requieren para el regalo de los enfermos. Ayudó mucho a esto una legítima que dejó, siendo novicio, para edificarla, el padre fray Tomás de Heredia, que al presente vive, maestro en saeta Teología y Lector que ha sido della, hombre religioso y de muy buen ejemplo, nacido en Guánuco, de nobles padres. La ligítima mandó se echase en renta, y así se echó y permanece, y no se puede gastar en otra cosa que en el regalo de los enfermos.

Todos los que en esta enfermería mueren ganan   —100→   indulgencia plenaria, como yo he visto las letras apostólicas que están guardadas en el archivo del convento. Siendo provincial el padre fray Alonso de la Cerda, fue prior el padre fray Antonio de Ervias, doctísimo varón y maestro mío en la Teología y no menos religioso; hizo el refectorio, que es muy buena pieza; después fue obispo de Cartagena en el reino de Tierra Firme, como después diremos.

Esta enfermería se edificó en aquella parte del convento que cae sobre el río, la cual con una avenida que el río trujo se llegó tanto a la barranca, que rompiendo por ella se llevó un poco, y desde este tiempo no se puede pasar por detrás de nuestra casa entre la barranca del río y nuestras paredes, por donde muy descansadamente podían ir dos carretas a la par. Otra vez, siendo yo prior en este convento, me vi en gran riesgo de que el río rompiera, por nuestra portería que llamamos del río. Fuí a pedir favor de indios para remediar mi casa y buena parte de la ciudad, al Virrey, que era el conde del Villar, y no le pedía sino indios para amontonar piedras y reparar el daño que se esperaba; la paga de los jornales yo la daba, y respondiome con mucha flema: ¡ah, este río! ¡ah, este río! Empero, viendo el poco remedio que se me daba, todas las noches destas avenidas, que son las mayores en Cuaresma, hice que después de maitines a media noche se rezase la letanía, de Nuestra Señora, mediante el favor de la cual una noche que creí el río había de romper por el convento, por ser la avenida muy crecida y el ruido de las piedras que traía notable, fue Nuestro Señor servido,   —101→   por intercesión de su santísima madre, que nos amontonó mucha piedra frontero de nuestra portería, y recodando hacia el Rastro, derribó parte dél y nuestra casa hasta hoy, gracias a Dios, quedó libre; ya aquel año no hobo más avenida; luego con ayuda de la ciudad, que nos dio mil y quinientos pesos de limosna, la cual ayudé a pedir, y con otros tantos que el convento gastó, hicimos un reparo de cal y canto, con que al convento y a la ciudad habemos librado del río, el cual, si hasta entonces el marqués de Cañete, de buena memoria, viviera, no nos pusiera en tanto estrecho; pero no le mereció el reino y llevóselo Nuestro Señor para sí.

Volviendo a nuestro provincial fray Alonso de la Cerda, en los cargos que en la Orden tuvo fue muy bien quisto de los religiosos por su llanísima condición y bondad. Fue después obispo de Puerto de Caballos, y luego de Los Charcas, como escribiremos en su lugar.

Sucediole en el provincialato el padre fray Andrés Vélez, hombre docto y buen predicador, de agudo ingenio; fuese a España, y por eso no tenemos nada que tratar dél en el augmento deste convento.

A quien sucedió el padre fray Gaspar de Toledo, varón, cierto, religioso, de bueno y galano entendimiento, pero no amplió cosa en el convento, como se pensó, y en su elección lo prometió el virrey don Francisco de Toledo, deudo muy cercano suyo; a cabo su cuadrienio, fue electo el padre fray Domingo de la Parra, también varón religioso y muy observante, aunque nimio en algunas   —102→   cosas muy menudas en que los provinciales no se han de entremeter, sino avisar se guarden; donde no castigar a los prelados. El tiempo que fue provincial hizo guardar en este convento nuestra constitución que no se coma perpetuamente carne en el refectorio, y él la guardaba infaliblemente. Si no la guardábamos era por dispensación que para ello tenemos en estos reinos, respecto de ser la tierra de los llanos enferma y la de la sierra falta de pescado, y en este convento haber cuotidianamente muchos enfermos, y la costa ser mucho mayor; y con decirle los médicos el riesgo de la salud de los religiosos, respondía un poco secamente: mueren en lo que profesaron. Fue a España y no volvió más; en acabando fue electo en el Cuzco el padre fray Domingo de Valderrama, maestro en sancta Teología, buen predicador, el cual comenzó la casa de novicios, de las buenas que hay en la Orden y fuera della; tiene, casi 50 celdas altas y bajas, y alegres, porque así lo pide la tierra. Hizo este edificio, digo la mayor parte dél, porque en su tiempo no se pudo acabar con lo que aplicaba de los salarios que se dan a los religiosos que se ocupan en la doctrina de los naturales.




ArribaAbajoCapítulo XXX

De los restantes provinciales de nuestra orden


Acabado el cuadrienio del mismo padre fray Domingo fue electo en provincial el padre fray Agustín   —103→   Montes, Presentado en sancta Teología, hijo deste convento, donde tomó el hábito de quince años, varón religioso y amigo de ampliar con edificios su casa, el cual acabó la casa de novicios, lo tocante a las celdas, de todo puncto.

Hizo el claustro bajo, adornándolo con unos lienzos al olio de figuras e imágenes de sanctos, muy perfectas y muy devotas; augmentó la sacristía con ornamentos y mucho servicio de plata, y un cáliz todo de oro. Aumentó también el retablo del altar mayor; a lo menos dejó con un entablador concertado el augmento de imágenes de media talla, y pagada parte de la hechura; hizo un cofre grande de plata, en que en el retablo se colocase el Sanctísimo Sacramento, porque hasta entonces no estaba sino en una cajita de madera. Trabajó lo que pudo con mucho y buen ejemplo. Puso mucha orden en las lectiones y estudio. Ordenó que hobiese cierto número de religiosos colegiales, y para ser recibidos pasasen por examen muy riguroso, lo cual hasta hoy se guarda como conviene, porque desta suerte los no muy hábiles se animan, y los hábiles trabajan más, sin que en el coro se pierda punto. A quien sucedió el padre maestro fray Salvador de Ribera, hijo deste convento, en el cual tomó el hábito de 17 o diez e ocho años, buen predicador; es hijo de padres nobles de todos cuatro costados; su padre se llamó Niculás de Ribera el viejo, respecto de otro vecino desta ciudad llamado del mismo nombre, pero el mozo. Su padre fue uno de los de la Fama de la isla del Gallo, varón liberal; su casa ella hospital de todos los de su patria y enfermería deste nuestro   —104→   convento, porque todo lo necesario para los enfermos con toda liberalidad y caridad se hacía, y con sus propios hijos se inviaba de día y de noche, y desto soy testigo de vista. La Madre se llamaba doña Elvira de Avalos, de cuya virtud en breve no se puede tratar. En su tiempo se acabó a gloria de Nuestro Señor dichosamente todo el cuerpo de la iglesia con tanta perfectión que puede competir con las buenas iglesias de mucha parte de España. Adornó la capilla mayor de tal manera que se encubre la falta (que dijimos) ser pequeña. Acabó el aumento del retablo; hiciéronse paños de terciopelo carmesí bordados para la capilla mayor con oro, que la cubren de alto a bajo, tan buenos que en nuestra España se hallan poros iguales. Acabó el claustro y la portería tan buena como las muy buenas de Castilla, sin otras cosas tocantes a la sacristía. Todo lo cual hasta aquí augmentado en este nuestro convento han hecho los provinciales con lo que han aplicado de los salarios de las doctrinas donde viven los religiosos. Al sobredicho padre sucedió el Presentado fray Diego de Ayala, hijo también deste convento, el cual por vivir poco e irse a España, y pasando en Italia murió en Roma, hay poco que decir dél. Sucediole el padre maestro fray Juan de Lorenzana, el más docto destos reinos, hijo, creo, de Salamanca, buen religioso, declaro y galán ingenio, el cual, después de haber leído muchos años Teología en este convento, fue electo, en Provincial; gobierna a la hora que esto escribo; lo que haya augmentado no lo sé.



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ArribaAbajoCapítulo XXXI

De los religiosos que sustenta


Y porque dije que en muy breve tiempo se ha multiplicado esta casa, favoreciéndolo la Majestad del muy Alto, el día de hoy sustenta 130 religiosos y dende arriba, lo cual causa admiración, porque no hay en toda la cristiandad conventos, de cuatrocientos años, a esta parte fundados, si no son cual o cual, que sustenten otros tantos. Celébranse en esta casa los oficios divinos, de día y de noche, con tanto concierto como en el más religioso de la Orden.

Los estudios con todo el rigor pusible, y las demás ceremonias muy al justo. El coro tiene sillas altas y bajas, de madera de cedro, labrados los respaldares, altos, de madera de talla, de admirables figuras de sanctos, que si fueran doradas no había más que desear; costaron 18.500 pesos de a nueve reales, y el oficial perdió mucha plata.




ArribaAbajoCapítulo XXXII

De los obispos


En este breve tiempo, como acabamos de decir, han salido deste convento siete obispos, y tres casi   —106→   a un tiempo juntamente, en lo cual excede a todos los conventos, no sólo de nuestra Orden, pero de las demás en España y fuera de España, porque a conventos de muchos años fundados no ha sucedido otro tanto. El primero fue el reverendísimo fray Tomás de San Martín, de quien tractaremos arriba y trataremos algo más cuando escribiéremos los obispos que en este reino he conocido; primer obispo de la ciudad de La Plata, el cual obispado concluía en sí, entonces, todo el reino de Tucumán y la provincia de Santa Cruz de la Sierra.

El segundo, el reverendísimo fray Domingo de Santo Tomás, de la misma ciudad; el tercero, el reverendísimo fray Alonso de la Cerda, primer obispo de Puerto de Caballos22. El cuarto, el reverendísimo fray Alonso Guerra, primer obispo del Río de la Plata, y después de Mechoacán, o Yucatán; el quinta, el reverendísimo fray Francisco de Victoria, primer obispo de Tucumán. Estos tres señores obispos son hijos deste convento, y todos tres se vieron obispos junctos en su casa, y su madre, que es esta casa, los vio todos juntos en ella. El sexto, el reverendísimo fray Antonio de Ervias, obispo de Cartagena, en el reino de Tierra Firme.

En un mismo tiempo sacó Su Majestad para obispos, estando todos tres presentes, al reverendísimo fray Alonso de la Cerda, fray Alonso, Guerra, fray Antonio de Ervias, en lo cual, aunque hizo mucha merced a la Orden, sirviéndose della, a nos   —107→   otros, llamo a nosotros los que acá estábamos y tomamos el hábito, la hizo, pero dejonos sin canas que nos gobernasen, lo cual hasta hoy sentimos; no me acuerdo haber leído que de un convento tres personas tales a un mismo tiempo se hayan sacado para iglesias, como deste nuestro de Los Reyes. El séptimo y menor y más indigno de todos soy yo, a quien la Majestad de Dios levantó a obispo de la Imperial, reino de Chile, y espero en Nuestro Señor se han de sacar más.

Demás destos señores obispos, ha hecho nuestro Señor merced a nuestra sagrada religión en nuestros tiempos, dándole en estas partes varones apostólicos que con mucho celo del servicio de nuestro Señor y de las ánimas han predicado a los naturales la ley evangélica, con claro ejemplo de costumbres y vida. Uno dellos fue el padre fray Melchior de Los Reyes, que por muchos años se ejercitó en este ministerio y murió en este convento de Los Reyes y se enterró en el capítulo, donde es costumbre enterrarse los religiosos nuestros, y abriéndose su sepultura a cabo de siete años y más, se halló su cuerpo entero y los hábitos y capa de anascote, sin lisión alguna, y esto el señor arzobispo de México, Bonilla, visitador de la Audiencia Real, lo vio, e yo también, y todo el convento, queriendo echar en aquella sepultura otro religioso difunto.

En esta misma sala de Capítulo se halló otra sepultura con otro cuerpo, del padre fray Domingo de Narváez, hijo desta nuestra provincia, buen religioso, entero, con todos sus hábitos y capa de anascote, sin lisión alguna. Este religioso se había   —108→   ocupado en doctrinar los naturales deste reino con gran llaneza y sinceridad.

El padre fray Cristóbal de Castro, gran siervo de Dios, celosísimo de la conversión de los naturales, de clarísimo ejemplo y abstinentísimo, murió en su oficio loablemente. A este religioso, los curacas del valle de Chincha, donde por la mayor parte vivió ocupado en este ministerio, le ofrecían un navío cargado de oro y plata, y jamás se pudo acabar con él recibiese un grano, y haciéndole fuerza los curacas a que tomase alguna cosa, jamás lo pudieron acabar con él, ni para sí, ni para la Orden, ni para hombre viviente. Lo que hizo fue decir a los curacas hiciesen un cáliz de oro para su iglesia, como lo hicieron, y fue el primer cáliz que se hizo en el Pirú; a cuya sancta emulación los curacas del valle de Lunaguaca hicieron para dos iglesias suyas en cada una un cáliz de oro, que yo he visto y dicho misa con ellos.

El padre fray Benito de Jarandilla, verdadero hijo de Santo Domingo, el cual por más de cuarenta años, en el valle de Chicama, cinco leguas de la ciudad de Trujillo, se ejercitó en la conversión de los naturales sin salir de aquellos valles, donde vivió con admirable ejemplo, así para con los naturales como para los españoles, y deprendió muy de raíz la lengua de los indios pescadores de aquel valle, que es dificultosísima de aprender. Los naturales le tenían por un hombre sancto, porque la vían guardar con mucho rigor su profesión, como verdadero hijo de Santo Domingo, y dicen dél que como le viniesen a llamar a cualquier hora de día o de noche, para confesar algún indio enfermo   —109→   que viviese de la una parte o de otra del río, que en tiempo de aguas no se deja vadear, que es en verano, no temía el río y en un macho en que andaba lo vadeaba, y los indios decían iba caminando por cima del agua. Acabó sus días, llenos de buenas obras, con buena vejez.

El padre fray Baltasar de Heredia fue un religioso esencial, el cual, aunque no se ocupó tanto en doctrinar a los naturales, viviendo en conventos de pueblos de españoles se ejercitó en obras de mucha virtud y de gran caridad; es fama que le hallaron muerto hincado de rodillas en una chácara de la ciudad de La Plata, aviándose para venir al reino de Chile por vicario provincial y visitador, por tierra: lo cual este varón religioso, acetó con gran humildad, aunque el trabajo y riesgos de tierra, caminos, ríos e indios de guerra, por donde había de pasar algunas veces, eran notables.

El padre fray Antonio de Figueroa, hijo deste convento, fue un varón religioso y muy esencial, gran trabajador en las cosas de la comunidad, muy libre de cualquier interés humano; para consigo riguroso y paupérrimo, pero las cosas del culto divino deseaba, y de la sacristía, que fuesen riquísimas.

Fue muy muchos años subprior deste convento, con mucho ejemplo de vida y costumbres.

Fue mi maestro de novicios, a quien debo más que a mis padres. Cuando a este gran religioso, por su virtud y trabajos y ejemplos, se le había de mandar descansase, quitándole la carga del cuidado del convento, le mandó la obediencia ir a España a negocios de mucha calidad de la Orden: lo acetó   —110→   con mucha humildad y se puso en camino, y llegando a Cartagena, de Tierra Firme, le llevó nuestro Señor para sí con una muerte como había vivido; finalmente, murió obedeciendo.

Cuando llegó la nueva cierta de su muerte cayó tanta tristeza sobre todos los religiosos que en él vivíamos, y cuando se le hizo su sufragio, que no osábamos mirarnos los unos a los otros: tanto era el amor que le teníamos, porque a casi todos nos había criado y había entonces en el convento poco menos de ochenta religiosos. A todos estos padres conoscí y traté mucho y no hablo sino de vistas.

Otros más ha habido buenos religiosos; empero estos, conforme a lo que dellos conoscíamos, son los más aventajados que para estos defectuosos tiempos son afamados.




ArribaAbajoCapítulo XXXIII

Del convento de San Francisco


Hay en esta ciudad otro convento del seráfico padre San Francisco, que en breves años ha florescido y floresce en religión, santidad, letras y número de religiosos, con admirable ejemplo, donde yo he conoscido famosos varones, grandes predicadores, de mucho pecho y celo para las ánimas y conversión de los naturales.

El padre fray Luis de Oña, que fue provincial, varón consumado y no menor púlpito; el padre fray Hierónimo Villacarrillo; el religiosísimo fray   —111→   Diego de Medellín, deudo nuestro, obispo de Santiago de Chile, donde murió como un sancto, habiendo vivido en la Orden con gran religión, cristiandad, ejemplo y observancia más de sesenta años; halleme en su muerte siendo en aquel reino el primero provincial de mi Orden, no lo mereciendo, y fue Nuestro Señor servido hacerme esta merced: que porque el día de sus obsequias no hobo sermón, respecto de ser los oficios muy largos, y las ceremonias con que se entierran estos señores obispos, el día del novenario, aunque se había encomendado al guardián del convento de nuestro padre San Francisco, por cierta ocasión no lo predicó, y se me mandó predicase, lo cual hice lo mejor que pude fundando mi sermón sobre esta sentencia: praetiosa est conspectu Domini mors sanctorum eius. El padre fray Juan del Campo, gran varón en opinión de sanctidad y letras, todos los cuales fueron provinciales y algunos vicarios generales o comisarios, como en esta sagrada religión se nombran. Es mucho más moderno quel nuestro, que no creo ha 45 años se fundó, por lo arriba dicho. Ha crecido, favoreciéndolo la mano del muy alto, en este breve tiempo, en edificios, porque está acabado; la iglesia, sombría e no de bóvedas.

El edificio de la casa bueno y alegre, con muchas fuentes, y un estanque que llaman, dado por el Marqués de Cañete el viejo, de buena memoria, el cual era como casa de recreación del marqués Pizarro, de mucho sitio y de muchos parrales y árboles frutales, así de la tierra como de los nuestros; sustenta 130 y más religiosos, y estudio.

Han salido della tres obispos: el reverendísimo   —112→   fray Diego de Medellín, de quien poco ha tractamos; el reverendísimo Juan Izquierdo, obispo de Puerto de Caballos y agora obispo de Yucatán; el reverendísimo fray Hernando Treje, obispo de Tucumán, los dos últimos hijos desta provincia, y se espera habrá otros muchos más.

El padre fray Hierónimo Villacarrillo, y el padre fray Juan del Campo, no quisieron iglesias, enviándoles cédulas dellas Su Majestad. Tanta era la humildad y religión destos venerabilísimos padres.




ArribaAbajoCapítulo XXXIV

Del convento de San Agustín


El convento de nuestro padre San Augustín, o por mejor decir nuestro abuelo, es más moderno, empero de buen edificio la iglesia, si un temblor muy grande no le abriera la capilla mayor. Comenzose, la iglesia toda de ladrillo y cal y de muy buena traza. También ha crecido en número de religiosos en breve tiempo, porque no ha 44 años que se fundó esta Orden en este reino; hobiera crecido en más si las obras de los edificios dieran lugar a recibir novicios. Sustenta 60 religiosos y más, con mucha religión, letras y ejemplo.

Ha habido famosos varones, los cuales yo he conocido.

El padre fray Juan de San Pedro, tres o cuatro veces provincial, varón de gran opinión y crédito. El padre fray Andrés de Santa María, varón gran   —113→   religioso, murió siendo provincial; el padre Cepeda; el padre Corral, gran predicador que por predicar la verdad padeció un poco el riesgo en el Cuzco. El padre maestro fray Diego Gutiérrez, muchos años lector de Teología en su casa, maestro de los que agora son en su Orden varones doctos. El padre fray Juan de Almaraz, maestro en Sancta Teología, discípulo deste sobredicho padre, fue catedrático de Escritura en la Universidad, murió provincial y electo obispo del Río de la Plata, hijo deste convento. El reverendísimo fray Luis López, obispo de Quito, varón docto y predicador, maestro de los que ahora predican y enseñan en su Orden, hombre prudente mucho, y de gran ánimo, emprendió el edificio de la iglesia todo de ladrillo y cal como acabamos de decir; otro que su amor no le imaginara, siendo provincial y después prior, varón derechamente religioso, de gran ejemplo y bondad. El padre maestro fray Alonso Pacheco, agora provincial y lo ha sido otra vez, hijo desta casa, donde tomó el hábito agora 37 años, siendo de 16, varón de letras, púlpito, ejemplar, gran religioso. Otros muchos religiosos tiene, que la brevedad no da lugar a tractar dellos.

A su Orden se le quede este cuidado. La capilla del Crucifijo de los plateros es muy devota y tiene cofradía de sangre; celébrase con mucho concurso de gente y mucha cera.



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ArribaAbajoCapítulo XXXV

Del convento de la Merced


El convento de Nuestra Señora de las Mercedes, después del nuestro, es el más antiguo en esta ciudad; la iglesia es bien edificada, aunque no de bóveda, con sus capillas colaterales. Conoscí en este convento al padre Orense y al padre fray Juan de Bargas, que fueron provinciales, ambos varones religiosos y de mucho y buen ejemplo. El padre Angulo y el padre Ovalle, catedrático de Prima en la Universidad, de Teología, varón religioso. A las derechas sustenta 60 a 70 religiosos; la sacristía es adornada de muchos e buenos ornamentos.




ArribaAbajoCapítulo XXXVI

Del convento del nombre de Jesús


En nuestros días (siendo ya sacerdote) se fundó el colegio del Nombre de Jesús, de los Padres de la Compañía, habrá 30 años. Es para dar muchas gracias al Señor y a su santísimo nombre, ver en cuán breve tiempo ha crecido en número de religiosos y haciendas, porque el día de hoy sustenta más de ochenta religiosos, sin la casa de los novicios que tiene fuera de la ciudad.

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El primer fundador fue el padre Portillo, gran predicador y bonísimo religioso, con otros padres que con él vinieron. Hospedámoslos en nuestra casa, y de allí salieron para irse al sitio donde agora viven, uno de los mejores del pueblo. Ayudoles nuestro convento y acreditoles en todo lo posible, y los regaló el tiempo que en nuestra casa estuvieron; reconocen la buena obra que se les hizo, por lo cual, cuando llegamos a las suyas nos hacen toda caridad, como en particular la he recibido, hospedándome y regalándome con mucho amor; después la augmentó el padre Acosta, provincial, gran predicador y muy docto, aceptísimo por su religión y buen ejemplo. Otros religiosos tiene grandes siervos de Dios, muy consignados a su servicio, para predicar a estos naturales, y con ánimos de se entrar por la tierra de guerra a predicar la ley Evangélica, sólo con las armas de la fe.




ArribaAbajoCapítulo XXXVII

Del convento de los Descalzos


De pocos años a esta parte se ha comenzado a fundar de la otra parte de la puente y río, no son catorce años pasados, el convento de los Descalzos, con gran abstinencia, religión y cristiandad. Este convento Nuestro Señor lo prosperará como cosa suya y donde se sirve mucho a su Divina Majestad.



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ArribaAbajoCapítulo XXXVIII

Del monasterio de la Encarnación


El monasterio de la Encarnación, de monjas, que ha se fundó poco más de 45 años por doña Leonor Portocarrero y doña Mencía de Sosa, su hija, es como cosa de milagro ver en cuán poco tiempo cuánto ha crecido en toda virtud, y ahora recién profesó cuando se fundó, y se mudó de un sitio corto y breve que tenían junto al convento de San Augustín, que ahora es la perrochia de San Marcello y convento de monjas de la Trinidad, al sitio que ahora tienen, y en aquel día de nuestra casa se hizo el oficio; yo serví de acólito en la misa mayor.

Ha crecido tanto el número de religiosas profesas, con favor del Altísimo Dios, que el día de hoy sustenta más de 140 monjas, sin más de 40 novicias, y sin el servicio que tiene de las puertas dentro, con toda religión y ejemplo, cuanta Nuestro Señor la prospere en su servicio. Madre e hija fueron las dos principales fundadoras, las cuales han gobernado, e agora doña Mencía de Sosa abadesa (porque a su madre la llevó Nuestro Señor a gozar al cielo de Su Majestad por el servicio que se le hizo y hace tanta virgen alabando de día y de noche a su sanctísimo nombre) con tanta prudencia y discreción, que parece más que humana. Con madre y hija entraron otras dueñas y doncellas:   —117→   Antonia de Castro y Antonia Velázquez, doña Juana Girón, dos hermanas, doña Isabel y doña Inés de Alvarado, doña Mariana de Adrada, doña Juana Pacheco; todas casi viven el día de hoy. Tiene este convento una excelencia que no sé si en la cristiandad se halla el día de hoy: el cuidado en celebrar los oficios divinos; la solemnidad y concierto, con tanta música de voces admirables, con todos géneros de instrumentos, que no parece cosa de acá de la tierra, y sobre todo los sábados a la Salve, donde concurre la mayor parte del pueblo y de las Órdenes muchos religiosos a oírla. Yo confieso de mí que si todos los sábados, hallándome en esta ciudad, me diesen mis prelados licencia para oírla, no la perdería.

Los señores inquisidores muchos sábados no la pierden, y los Virreyes hacen lo mismo.

Ha usado Nuestro Señor con este convento, como el de la Concepción, de su larguísima misericordia y particular cuidado en conservarlos en su servicio, que con no ser los edificios muy altos los ha guardado y guarda de suerte que jamás se ha imaginado cosa que no sea virtud y religión, porque ni duerme ni dormirá el que guarda a Israel.

Guardan la profesión y regla de las monjas de San Pedro de las Dueñas de Salamanca subjetas al Ordinario.

Pretendieron con todas sus fuerzas ser monjas nuestras; empero nunca pudieron acabar con el padre fray Gaspar de Carvajal, de quien arriba brevemente tractamos, siendo provincial, que las recibiese, aunque el prior del convento, el padre maestro fray Tomás de Argomedo, las favorecía   —118→   todo lo posible y por muchos días no perdieron la esperanza, y rezaban el orden de rezar nuestro, y guardaban las constituciones de nuestras monjas, hasta que ya perdida tomaron la que tienen y profesan; celebran en este convento el Tránsito de Nuestra Señora.




ArribaAbajoCapítulo XXXIX

Del monasterio de la Concepción


El monasterio de monjas de la Concepción habrá veinticinco años se fundó; fue fundadora dél doña Inés de Ribera, con gran pujanza de hacienda, así en muebles como en raíces. Hale augmentado Nuestro Señor mucho a su servicio; susténtanse en él hoy más de 120 monjas de velo, y muchas novicias. Hay en él grandes siervas de Dios, grandes religiosas de mucha penitencia, buen gobierno, y entre ellas han gobernado no poco tiempo, con título de suprioras, hasta que Nuestro Señor llevó al cielo a la fundadora, a pagarle el servicio con su favor hecho y el que se hace y se ha de hacer; María de Jesús, gran religiosa, después de la cual han gobernado dos hermanas: doña Leonor de Ribera y doña Beatriz de Horosco, ya con título de abadesas (porque acabando la una de ser abadesa elegían a la otra), con gran ejemplo, religión, prudencia, modestia y blandura y no poca penitencia, con lo cual a las demás animaban al cumplimiento de lo profesado. Víanlas   —119→   en los trabajos las primeras, por lo cual nadie se excusaba. Hacen lo que Cristo nos enseñó: El mayor entre vosotros sea como menor, y el que manda sea siervo de los demás. Gracias a Nuestro Señor, ansí no se ha dicho deste monasterio, como ni del otro. Son sujectas al Ordinario.

En lo que toca a la celebración de los Oficios Divinos, si no son iguales en la música al de la Encarnación, vanles pisando los carcañales, y no les hacemos en esto agravio, porque el otro, como más antiguo y principio, proveyole Nuestro Señor de voces y destreza en el canto y todo género de música cual se requiere para alabar a su Majestad. No quiero decir más, no me apedreen. Aunque es así, que en este convento hay Religiosas muy diestras, y de voces admirables, y en el órgano famosas.




ArribaAbajoCapítulo XL

Del monasterio de la Trinidad


Fundose otro monasterio de monjas llamado de la Trinidad, habrá veinte años, de la Orden de San Bernardo; fundadoras fueron madre e hija doña Lucrecia de Soto y doña Mencía. Doña Lucrecia fue casada con Juan de Rivas, vecino de la ciudad de La Paz, por otro nombre llamado el Pueblo Nuevo; siendo ambos ya viejos y la hija viuda, aunque moza, se concertaron marido y mujer de que se metiesen monjas madre e hija y fundasen este monasterio con la hacienda que tenían;   —120→   era mucha. Salieron con su intento la madre e hija; escogieron para sitio el que dejaron los padres de San Augustín, donde gastaron mucha plata en un dormitorio alto y bajo y en sacar los cimientos de la iglesia de tres naves, y se mudaron a medio de la ciudad donde no tienen tanto sitio como tenían. Aquí, que es el sitio muy grande, llene tres cuadras en largo; una huerta muy espaciosa y buena eligieron para fundar un monasterio, pared en medio de la perroquia de San Marcello. Vívese aquí con gran recogimiento, tienen bastantemente lo necesario, pueden recibir seis monjas sin dote, y en muriendo algunas déstas, luego reciben otra; guardan su profesión al pie de la letra. El locutorio y libratorio se frecuentaba tan poco, que no parecía haber en aquella casa monjas. En este breve tiempo se ha multiplicado, porque hay en él más de treinta monjas de velo, y novicias se van recibiendo. No comen carne en el refectorio perpetuamente.

Los edificios se van labrando y Nuestro Señor lo multiplicará todo. No quieren música de canto de órgano, su canto es llano y muy devoto, y órgano solamente y proveyoles Nuestro Señor de una monja tan hábil en la tecla, que es cosa de admiración.




ArribaAbajoCapítulo XLI

Del monasterio de las Descalzas


En esta ciudad de Los Reyes fue doña Inés de Sosa, hija ligítima de Francisco de Talavera, de los antiguos conquistadores, y de Inés de Sosa.  —121→   Habiendo sido casada, dos veces, en vida del segundo marido murió, y no dejando hijos, toda su hacienda dejó para que se instituyese un monasterio de monjas descalzas debajo de título de la Concepción de Nuestra Señora. Edificose junto a la plazuela de Santana y para él salieron del monasterio de la Concepción las dos hermanas arriba dichas, doña Leonor de Ribera y doña Beatriz de Orozco, con otras cuatro o cinco religiosas, donde guardan la observancia, con mucho rigor; creo es constitución no pueda haber a lo más largo más que veinte monjas de velo. Espero en Nuestro Señor se ha de servir aquí grandemente.




ArribaAbajoCapítulo XLII

De la iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe


Fuera desta ciudad, junto al camino de Pachacama, fundó Alonso Ramos Cervantes y su mujer doña Elvira de la Reina una iglesia con invocación de Nuestra Señora de Guadalupe, a su costa, por orden y licencia del reverendísimo arzobispo Mogrobejo, a instancia de un religioso de la Orden de San Jerónimo del monasterio de Nuestra Señora de Guadalupe de España, cuya primera piedra del fundamento de la iglesia puse yo ya consagrado obispo. El fundador es natural de Medellín, e yo nací en aquel pueblo, para que se entienda que sabe Dios de pueblos pequeños sacar un marqués del Valle, don Fernando Cortés, y un obispo,   —122→   aunque indigno para el cargo, y un fundador de la iglesia de Nuestra Señora. Todo esto sea a gloria del hijo y de la madre. Es cosa admirable ver en cuán poco tiempo ha crecido la devoción a aquella iglesia; tiene un retrato al vivo de la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe puesta en el altar mayor, que retractó el mismo religioso de San Hierónimo arriba dicho, con muchas piedras preciosas.

Tiene muchos y buenos ornamentos y cuatro lámparas de plata y dos altares colaterales en el encaje de las paredes. Es mucha la frecuencia de la devoción de los fieles, porque cada día se dicen allí más de doce misas por devoción, con que pobres sacerdotes se sustentan, y algunas veces sobran las limosnas. Un buen hombre, luego que se puso la imagen, todos los sábados a cuatro sacerdotes da a cada uno cuatro reales porque canten la Salve, y un hermano del fundador, sacerdote, llamado Esteban Ramos dejó instituida una capellanía en esta iglesia, de más de docientos y cincuenta pesos de renta. Es cosa admirable la devoción que los fieles tienen a la advocación desta iglesia, y como se va multiplicando, porque hasta en la mar, los que se hallan en tormenta reciben mil favores de Nuestra Señora, y así ningún navío deja de traer limosna a esta iglesia.

Un religioso del convento de Nuestra Señora de Monsarrate fundó también otra iglesia con la misma advocación.

El reverendísimo desta ciudad ha hecho otro monasterio, con título de Santa Clara, en el mejor sitio della, con limosnas que ha pedido a naturales y a todo género de gentes cuando visita su   —123→   obispado, y con parte de su hacienda. Cuando esto escribo debe estar acabado, pero hasta agora no se sabe que hayan entrado en él ningunas monjas; tiene mucho y grande sitio y muy bien cercado. Entraron en él este año de 605 cinco monjas de la Encarnación, priora, supriora, portera, maestra de novicias, sacristana; las doce monjas novicias para hábitos son legas, sin dote alguno.

Los clérigos han hecho otra iglesia llamada San Pedro, una cuadra más arriba del convento de San Francisco, donde se entierran los sacerdotes pobres y los curarán de sus enfermedades; entiérranlos con mucho acompañamiento; fue fundadora la Caridad.




ArribaAbajoCapítulo XLIII

De las cofradías desta ciudad


La cofradía de la Caridad es rica; tiene una casa de recogimiento del mismo nombre, donde se recogen algunas doncellas pobres debajo del gobierno de una matrona honrada y buena cristiana y se les provee de lo necesario. El día de la Asumpción de Nuestra Señora sacan desta casa seis doncellas y las traen en procesión a la iglesia mayor, y aqueste mismo día se les dan maridos y su dote señalado.

La cofradía del Sanctísimo Sacramento es muy rica y acompáñese, en esta ciudad cuando sale fuera con mucha cera y mucho concurso de gente, tanto como en cualquier parte del mundo. Las varas del   —124→   palio llevan sacerdotes con sus sobrepellices, y el guión asimismo, y dos maceros con dos mazas grandes de plata, delante del Sanctísimo Sacramento. A los sacerdotes que llevan las varas y al del guión y a los maceros les da la cofradía por cada vez a cada uno cuatro reales de limosna. Esta cofradía está fundada en nuestro convento, con las gracias de la de la Minerva de Roma.

La cofradía de la Vera Cruz asimismo está fundada en nuestra casa. Tiene bastantemente lo que ha menester, con su capilla por sí, detrás de la capilla, del capitán Diego de Agüero, bien adornada, donde los días de la Cruz se saca en procesión un pedacito del lígnum crucis en que Cristo Nuestro Señor murió, con gran veneración y concurso de todo el pueblo, y muchas hachas de cera y de más de a media libra, para todos los cofrades. En otros monasterios hay otras, como en San Francisco, la de la Concepción de Nuestra Señora, muy rica; en San Agustín, la de Santa Lucia y del Crucifijo, que tienen los plateros, y todas tienen sus cofrades que, llaman veinticuatros, los cuales en los días señalados que hacen sus procesiones llevan cirios encendidos, y cuando alguno destos veinticuatro muere, los demás han de acompañar el cuerpo con sus cirios, y le han de mandar decir, cada uno, una misa rezada, y acaece ser uno veinticuatro en tres o cuatro cofradías, y todos lo han de acompañar con sus cirios.

Los negros tienen sus cofradías aparte, y veinticuatros; es cosa de ver qué cirio sacan muriendo algún veinticuatro; yo vi un acompañamiento de una negra que me admiró; es cierto que acompañaban   —125→   el cuerpo más de treinta cirios, sin la cera menuda; esta cofradía tienen los negros fundada en la iglesia mayor; en San Diego tienen los negros otra capilla y cofradía; demás desto, en San Francisco otra.

En nuestra casa tienen los indios cofradía y capilla y veinticuatros, y lo mismo en San Francisco, y en la Compañía otra del niño Jesús, todas con sus veinticuatros, y es cosa de ver los solemnes enterramientos que se hacen con cera, cirios y posas.




ArribaAbajoCapítulo XLIV

De la capilla de la cárcel


La capilla que llaman de la cárcel, donde los presos, así de la cárcel de corte como los de la ciudad, oyen cada día misa, es una de las buenas cosas que en provecho de los pobres presos se ha fundado en el mundo, y tuvo su principio desta suerte: Habrá 47 años que los mercaderes se juntaron y determinaron entre pocos, no creo fueron diez, de pedir limosna cada semana, o cada mes (los presos pobres no eran tantos como agora), dos dellos, y de las limosnas tener cuidado de proveerlos de comer, y cuando las limosnas no alcanzasen, ellos de sus haciendas suplirlo; consultáronlo con el señor Arzobispo don Jerónimo de Loaysa, de felice recordación; aprobó su intento, dioles licencia para que pidiesen limosna, y señaloles un tanto que su mayordomo les daría sin ninguna falta; los segundos   —126→   que pidieron para esta obra sanctísima fueron dos mercaderes que yo conocí mucho y traté: el uno se llamaba Juan Vázquez y el otro Juan Baz; andando pidiendo, determinaron de entrar a pedir limosna al marqués de Cañete, de buena memoria, y para hablarle no fue necesario aguardar mucho, luego les mandó entrar; bésanle las manos, suplícanle les mande dar limosna para los pobres de la cárcel, dícenle lo que entre sí habían determinado; alaboles la obra, y de primera instancia mandoles dar cien pesos, y que para cada mes, dende en adelante, tuviesen cuidado de pedir a su mayordomo cincuenta pesos, que luego se les darían, como así fue. Desta suerte comenzaron a pedir y a tener cuidado de los pobres. Nuestro Señor ha favorecido tanto esta obra de caridad, que la capilla tiene capellán señalado con muy buena prebenda, y el capellán ha de ser graduado, docto, para confesar a los presos, y predicarles, y para que los que han de justiciar, animarlos y salir con ellos.

Agora hay señalados mayordomos y oficiales y tiénese por mucha honra ser de los principales desta cofradía. La advocación de la capilla es de San Pedro; celébrase la fiesta el día de su Cátedra con mucha solemnidad, y porque en la capilla no cabe el pueblo, cúbrese la plaza buena parte con velas de navíos y el púlpito pónese a la puerta de la capilla, de suerte que en la capilla y plaza cubierta entra toda la gente que concurre.



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ArribaAbajoCapítulo XLV

De la Universidad


Su Majestad del Rey Felipo 2.º, de inmortal memoria, celoso del bien deste reino como lo es de todos los que gobierna con tanta justicia y cristiandad cuanta ningún Rey ha gobernado hasta agora, mandó se fundase una Universidad donde se leyesen las sciencias, y a los que en ella se graduasen les concedía las exemptiones que gozan los graduados en Salamanca. Por orden de Su Majestad la instituyó y fundó el Visorrey don Francisco de Toledo, donde se lee, por muy doctos maestros y doctores, Latinidad, Artes, Lógica, Filosofía, Cánones, Leyes, con suficientes salarios, y Escritura divina. Medicina hasta hoy no se ha leído, ni Retórica, ni Astrología; corren a estudiar de Quito a Chile, nacidos en estas tierras, buenas habilidades. Con esta Universidad ha hecho gran bien y merced Su Majestad a estos reinos, halos ennoblecido y ha descargado mucho su conciencia real, gratificando y haciendo hombres a los hijos, nietos y tataranietos de los conquistadores y pobladores, a cuyos antecesores no se les había hecho merced, y si hecho, no tanta cuanta sus servicios merecían. De los nacidos acá se han graduado, y con rigurosísimo examen, algunos doctores y maestros en las facultades dichas, y se graduarán muchos más, e van graduando, por lo cual, cuando   —128→   hay doctoramiento, es de ver en tan breve tiempo muchos doctores y maestros; ni los graduados en otras Universidades se desdeñan de incorporarse en ésta.




ArribaAbajoCapítulo XLVI

De los colegios


También por orden de Su Majestad se fundó un colegio, llamado El Real, donde sustenta cierto número de colegiales a costas de Su Majestad, para descargo de su real conciencia, bien y merced de sus vasallos; llámase San Felipe; dáseles lo que se suele dar en otros colegios.

El arzobispo don Toribio Mogrobejo fundó otro, que es el seminario que manda el concilio Tridentino; hay pocos colegiales.

Los padres de la Compañía tienen otro colegillo a las espaldas de su casa, donde enseñan solamente latín, nombrado San Martín a devoción del Virrey don Martín Enríquez. Por cada muchacho que allí entra paga 120 pesos cada año.




ArribaAbajoCapítulo XLVII

De la capilla de Nuestra Señora de Copacabana


En la provincia del Collao (como en su lugar diremos) hay un pueblo de indios llamado Copacabana.   —129→   Aquí hay una imagen de Nuestra Señora que ha hecho no pocos milagros agora en nuestros días. A devoción desta imagen, en todos los pueblos casi de españoles y en muchos de indios, se han puesto imágenes de Nuestra Señora con la misma advocación; en esta ciudad se hizo una capilla junto a la puerta del Perdón de la iglesia mayor, con una imagen nombrada así: Nuestra Señora de Copacabana, la cual debe haber veinte años poco más que se puso, donde con gran devoción concurre el pueblo, la cual tiene muy adornada, y un capellán que sirve en es la capilla y sustenta muy abundantemente con las limosnas.




ArribaAbajoCapítulo XLVIII

De los hospitales


Sustenta esta ciudad cuatro hospitales; uno de españoles, llamado San Andrés por respeto del marqués de Cañete, don Andrés Hurtado de Mendoza, de buena memoria, a quien de su hacienda dio muchas limosnas y crecidas, pasadas de 30000 pesos, como diremos cuando tractáremos de su gobierno y virtudes.

Aquí se curan solamente españoles y negros, de todas las enfermedades, con mucho cuidado y regalo; la enfermería de las enfermedades cotidianas es a modo de cruz; el un brazo más cercano a la puerta sirve de cuerpo de iglesia; los otros tres para enfermos, en las paredes hechos sus encajes,   —130→   donde está la cama del enfermo con su cortina delante y de donde se puede ver misa. El altar se colocó en medio destos brazos. Después acá no sé qué Virrey la haya hecho tantas limosnas, ni con mucho que llegue a ellas. Fueras destas enfermeras hay otros apartamientos para curar otras enfermedades contagiosas.

Quien con más cuidado comenzó a tenerlo de los pobres hasta que la edad no lo permitió, fue el padre Molina, sacerdote, gran celador del bien de los enfermos, y augmentador de las haciendas del hospital, con notable ejemplo de vida y cristiandad con la cual acabó el Señor.

Su hermano el secretario Molina se metió a servir a los pobres, donde acabó también.

El segundo se llama Santa Ana, donde solamente se curan indios; fundolo a su costa, así la iglesia como la capilla mayor de bóveda, y lo demás de buenos edificios, el ilustrísimo y reverendísimo, fray Jerónimo de Loaysa, primer arzobispo desta ciudad y reino, de felice recordación, dejándole bastantísima renta, donde murió y está enterrado. El día de su advocación se gana una y muchas más veces indulgencia plenísima, mejor diré jubileo plenísimo; cúranse aquí los indios de todo el reino que caen enfermos, con todo el regalo y cuidado posible, donde ha habido grandes siervos de Dios, seglares, que se han venido por esclavos ellos mismos, y dedicado al servicio de los indios, y entre ellos floreció en nuestros tiempos el padre Machín, sacerdote vizcaíno, y otro gran siervo de Dios, que todo el día se ocupaba en pedir limosna a pie por la ciudad, y de noche velaba su cuarto a   —131→   los enfermos, como si no hobiera trabajado nada entre día, sin que nadie fuese parte a que descansase. Acabó loablemente; llamábase fulano Ruiz.

El tercero es nombrado el Spíritu Santo; aquí se curan solamente los marineros, porque ellos a su costa le han fundado, y han hecho una buena iglesia; los edificios van labrándose; cada navío le acude con una soldada, fuera de las limosnas que piden en los viajes y otras que marineros e pilotos les dejan al tiempo de su muerte.

Hase fundado otro, que es el cuarto, llamado San Diego, de convalescientes; éste es muy moderno; aquí se da bastante recaudo a los tales, hasta que enteramente han recuperado la salud y puedan trabajar.

Hay otro, llamado San Lázaro, pasado el río; es el más pobre; comenzole a fundar a su costa, muy poco a poco, un buen hombre, muy conocido en esta ciudad, e yo le conocí mucho, Antón Sánchez, espadero de oficio y muy enfermo de grandes dolores. Murió este buen hombre, después del cual se entró a servir allí el padre Cristóbal López Bote, sacerdote muy conocido en este reino, y de mí muy en particular tractado, a quien Nuestro Señor hizo admirables mercedes, porque habiendo por cierta ocasión muchos años tenido una enemistad que le inquietó mucho y desasosegó, y en lo demás de su sacerdocio hombre muy concertado y muy buen eclesiástico, le tocó la mano del Señor y se consagró allí a servir a los pobres, no sólo españoles, sino negros esclavos e pobres indios, de tales enfermedades que en los demás hospitales no los querían recibir, e los curaba (yo lo vi, y otros   —132→   muchos) de aquellas enfermedades contagiosas y asquerosas, tan sin asco y con tanto amor y caridad como si fueran sus hijos o hermanos. Después le dio Nuestro Señor una enfermedad muy larga y trabajosa, la cual sufría con tanta paciencia cuanta el Señor que se la dio sabía era necesaria para llevarla; su cama, una tabla, murió loablemente en el Señor.




ArribaAbajoCapítulo XLIX

De la iglesia Mayor


Hasta agora la iglesia Mayor desta ciudad era pobre de edificios; solamente la capilla mayor era de bóveda, del marqués don Francisco Pizarro, dotada por él con una rica capellanía, y al lado del Evangelio, en la pared, tiene su sepultura. Agora se ha hecho una muy buena, de cal y ladrillo, de tres naves, donde se celebran los divinos oficios con mucha puntualidad y canto de órgano; en esta santa iglesia está fundada la cofradía de las ánimas del Purgatorio, en su capilla, con altar previlegiado, donde cada misa que en él se dice se saca un ánima de Purgatorio, y son tantas las que cada día se dicen, que al cabo del año pasan de cuatro mil, y al sacerdote que la dice se le da luego su limosna acostumbrada; de suerte que se sustentan sacerdotes pobres, porque allí tienen la limosna cierta. Otras capillas de vecinos particulares hay en ella, como es, al lado  —133→   del Evangelio, la de Nicolás de Rivera, el Viejo, de quien dijimos arriba, con la advocación de Santa Ana, con buena renta, y al de la Epístola, la de Francisco de Talavera, de quien también hicimos breve mención, con invocación del Crucifijo.

Los carpinteros tienen aquí su cofradía con la invocación de San José, y celebran su fiesta con mucha solemnidad. Los zapateros tienen también su cofradía, con invocación de San Crispino y Crispiniano, que los celebraban como mejor pueden. Los negros tienen también su cofradía, como ya dijimos.




ArribaAbajoCapítulo L

De los edificios


Los edificios desta ciudad son de adobe, pero buenos, y como no llueve, los techos de las casas son chatos. Las casas principales tienen sus azoteas; desde fuera no parece ciudad, sino un bosque, por las muchas huertas que la cercan, y no ha muchos años que casi todas las casas tenían sus huertas con naranjos, parras grandes y otros árboles frutales de la tierra, por las acequias que por las cuadras pasan; pero agora, como se ha poblado tanto, por maravilla hay casa que tenga dentro de sí árbol ni parra.

La plaza es muy buena y cuadrada, porque toda la ciudad es de cuadras; tiene la plaza las dos frentes cercadas de arcos de ladrillo y sus corredores encima, o por mejor decir doblados en los portales;   —134→   arriba mucho ventanaje y muy bueno, de donde se ven los regocijos que en ella se hacen. Estos por tales y arquería adornan mucho la plaza y defienden el sol a los tractantes, el cual a su tiempo es muy caluroso; debajo destos portales hay muchos oficiales de todo género que en la plaza se sufre haya.




ArribaAbajoCapítulo LI

De los vestidos de las mujeres


Lo que en esta ciudad admira mucho y aun lo que se había de refrenar, es los vestidos e trajes de las mujeres; son en esto tan costosas, que casi no se sabe cómo lo pueden sufrir sus maridos. La soberbia dellas es demasiada, y no sabemos en lo que ha de venir a parar; plegue a Dios y no sea en lo que pararon aquellas de quien dice Nuestro Señor: Porque las hijas de Sión se ensoberbecieron (esto es, las ciudadanas); cuando salían de su casa llevaban las gargantas extendidas, los ojos altos a una y a otra parte, guiñándolos, los pasos muy compuestos; el Señor las volverá calvas y les raerá los cabellos de sus cabezas, les quitará sus chapines y jerbillas bordadas, las medias lunas, rodetes, las cadenas y collares de oro, las ajorcas, los tocados costosos, los punzones de oro para partir las crenchas, los zarcillos y los olores, los anillos e piedras preciosas, etc., y por los olores se les dará muy pestilencial olor, y por las cintas de oro, sogas de esparto, etc.

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No creo yo hay en lo descubierto del mundo ciudad en su tanto, ni cuatro veces mayor, que a tanta soberbia, en este particular, como esta nuestra ciudad en su tanto, ni cuatro veces mayor, que a tanta soberbia, en este particular, como esta nuestra ciudad llegue; acuérdome de los años pasados, más ha de 38, que llegando un religioso nuestro de España, nacido y criado en Toledo, a nuestro convento desta ciudad, cerca de la fiesta del Corpus Christi, tratando della y de la sumptuosidad, majestad y riqueza que aquel día en Toledo, en calles y ventanas, se mostraba, le decíamos que no nos espantase, porque en nuestra ciudad vería como no le hacía mucha ventaja Toledo. Llegó la fiesta, vio la riqueza que se mostró en los vestidos de las mujeres, adornos de ventanas, altares y calles; dijo que la riqueza de Toledo, en este día mostrada, no haría muchas ventajas a la de esta ciudad. Pues es cierto que hay tanta diferencia de entonces agora, en lo que vamos tratando, como de vestidos de aldea a vestidos de corte, con justo título se podría moderar por los virreyes esta soberbia, pero no sé por qué no se modera; y sí sé, porque ni los maridos no tienen ánimo para moderarlo, ni los gobernadores tampoco.




ArribaAbajoCapítulo LII

Del acompañamiento del Santísimo Sacramento


Había en esta ciudad una costumbre muy loable, mas ya se va cayendo por la mucha cobdicia, y era que, en tocando la campana del Sanctísimo   —136→   Sacramento para se dar a los enfermos, por maravilla quedaba hombre en su casa que no acudiese a la iglesia Mayor; las tiendas de los mercaderes se cerraban, y ellos y sus criados, con gran fervor, iban a acompañar al Señor del cielo y de la tierra, y realmente era cosa de ver tanta gente como se llegaba, sin que se viese una capa parda ni de color, sino todos vestidos de negro, y para todos había cera de media libra, que es gran excelencia, sin reparar si eran cofrades o no.

Vi esto, siendo seglar, día del Santísimo Sacramento en la iglesia Mayor. Los mayordomos de las cofradías sacaron su cera; llegose a ellos uno de los mayordomos del Santísimo Sacramento y díjoles: Volved, señores, vuestra cera a vuestras casas, porque la cofradía no tiene necesidad de cera de otra, y no les consintió dar ni una vela. ¿Adónde, en todo el mundo en la cristiandad, hay ciudad cristiana que haya sucedido tanta grandeza? en aquel tiempo, los oficiales sacaban sus pendones; agora saca cada género de oficio imágenes de bulto en sus andas, en hombres, muy bien labradas y guarnecidas, acompañadas de muchas hachas y cera de media libra, que es no menos grandeza, porque se trae la cera de España.

No conocemos ciudad en ningún reino cristiano que tal tenga.

Hasta las cofradías de los indios y de los negros llevan sus imágenes de bulto, en andas y con sus hachas de cera.

Esta cofradía es muy rica, tiene muy buenas posesiones de casas y tiendas en la Plaza; hizo una custodia, toda de plata de muy buena labor, y muchos   —137→   pilares macizos de plata, poco menos que un estado de un hombre, y para llevarla en hombros el día del Santísimo Sacramento son necesarios doce sacerdotes de remuda; ya se lleva en un carretón.

Esta cofradía dimana de la que está fundada en Roma, en la Minerva, que es convento nuestro; tiene suma de gracias, indulgencias y jubileos más que otra alguna, y justísimamente, por concesión apostólica, tenémosla en nuestro convento; subcedió, pues, así, viviendo yo en él, recién sacerdote. El domingo siguiente después del jueves que se celebra la fiesta en la iglesia Mayor, se celebra en nuestra casa; el sábado antes tráese la custodia de la iglesia Mayor a nuestra casa, para sacar en ella en nuestra procesión el domingo el Santísimo Sacramento, la cual se celebra con mucha pompa y alegría, saliendo del convento y andando una cuadra en torno, y una frente de la cuadra es la plaza. En la peana desta custodia, sobre que se arma toda ella, se fija otra custodia de oro toda, muy bien labrada, con que el ilustrísimo fray Hierónimo de Loaisa, arzobispo de esta ciudad, sirvió a la Majestad del Señor, que vale tres mil pesos, encima de la cual, en su veril, se pone el Santísimo Sacramento. El padre sacristán era un sacerdote muy esencial que yo conocí e trató mucho; fuimos novicios juntos; en un bufete puso las andas en la iglesia, en la capilla del capitán Diego de Agüero, de quien habemos arriba sumariamente tratado. Cubriolas con unos manteles, de los hay sobrados para los altares; sucedió, pues, así: que aquella noche, quien quiera que fue, notó bien   —138→   donde se ponía la custodia, y después o antes de maitines de media noche, fuese para la custodia, desclavó la de oro y fue nuestro Señor servido que con ser la peana sexavada y por cualquiera de las puertas de los sexavos podía entrar y salir la custodia de oro (no se fija en este lugar ni está en él, sino cuando ha de salir en ella el Santísimo Sacramento) que no acertase aquel infame ladrón a sacarla; acertó a desclavarla y no acertó a sacarla. El sacristán era gran siervo de Dios y de nuestra Señora muy devoto; llamábala nuestra Ama; cuando vio por la mañana la custodia de oro desclavada y que no la pudo sacar aquel más que pérfido ladrón, arrimada a una de las puertas del sesavo, dio muchas gracias a Nuestro Señor y a su Madre santísima, y si no fui el primero, fui el segundo a quien lo dijo. Este sacrílego ladrón debía ser algún impío luterano.




ArribaAbajoCapítulo LIII

De la cristiandad deste pueblo


Pues porque digamos a gloria de Nuestro Señor lo que resplandece mucho en este pueblo, aunque es así que en los trajes es demasiadamente soberbio, con todo eso es muy cristiano; la cofradía de la Caridad casa tantas doncellas como habemos dicho, y fuera desto, como en todos los monasterios haya tantos jubileos, indulgencias y perdones, los más de los cuales para ganarse requieren confesar   —139→   y comulgar, es cosa de gran alegría ver en los monasterios tanta frecuencia en confesiones y comuniones. Son, pues, tantos los jubileos que en esta ciudad a los monasterios, iglesias y capillas son concedidos, que no sé yo si, fuera de Roma, hay otra en toda la cristiandad de tantos, ni donde con tanto fervor se acuda a ganarlos, haciendo y tomando los medios que para ganarlos los Sumos Pontífices que los concedieron mandan se tomen.

A toda esta ciudad por una parte la cerca el río, por las otras tres huertas y viñas llenas de árboles frutales, como dejamos escrito; de los de la tierra, si no son plátanos, ya casi no hay otros, por ser de tan buena fruta como los nuestros. El vino, pan y carne que se gasta es cosa increíble; buena población es la que consume en el rastro más de 50000 carneros, sin los que se gastan en la carnecería, y más de 100 reses vacunas cada semana; carne de puerco no hay quien se atreva a dar abasto; dan tantos para cada día; oficiales, tanto género dellos como en Sevilla. El puerto, uno de los mejores y más capaz del mundo, abundantísimo a su tiempo de mucho pescado, donde jamás faltan de cuarenta navíos grandes y pequeños, y dende arriba, de Panamá, México, Chile y Guayaquil. Empero tiene un gran contrario temeroso y enfadoso, y es los temblores de tierra que la suelen descomponer, como los años pasados sucedió uno que derribó muchos edificios; mas en breve se han tornado a redificar muy mejor que antes, y después que se tomó en suerte por abogada la fiesta de la Visitación de Nuestra Señora, ha sido Nuestro Señor servido, por intercesión de su santísima   —140→   Madre, no haya venido temblor dañoso; celebra la ciudad esta fiesta con procesión, que sale de la iglesia mayor, anda en contorno de la plaza con la solemnidad casi que se celebra la del Corpus Christi, y con tanto concurso del pueblo.

No sale el Santísimo Sacramento, ni las cofradías ni oficiales con sus andas; en lo demás, la misma solemnidad se guarda.




ArribaAbajoCapítulo LIV

Las cosas contrarias a esta ciudad


Es combatida esta ciudad de enfermedades que de cuando en cuando Nuestro Señor por nuestros pecados envía, y en otros tiempos lo era de cámaras de sangre, por causa del agua del río, como dijimos; después de traída la fuente, esta enfermedad ha cesado. Las enfermedades cuotidianas son, en alcanzando algún nortecillo, romadizo, catarros, juntamente con dolor de costado. El viento Norte en todas estas partes, en Tucumán y Chile, es pestilencial, porque como es de su natural muy frío, en corriendo son estas enfermedades con nosotros, y en todo lo que habitamos desta tierra y de los demás dos reinos no corren otros vientos sino Norte o Sur, el Sur sano, el Norte enfermo; de más desto, como las mercaderías se traigan de otros reinos, si en ellos han pasado algunas enfermedades contagiosas, nos vienen y cáusanos mucho daño y gran disminución en los naturales,   —141→   como ahora lo causa una enfermedad de viruelas juntamente con sarampión, llevándose mucha gente de todas naciones, españoles, naturales, negros, mestizos y de los demás que en estas regiones vivimos, y escribiendo este capítulo, agora actualmente corre otra no de tanto riesgo acá en la Sierra, como lo fue en los Llanos, de sarampión solo, el cual en secándose acude un catarro y tose que de los muy viejos e niños deja pocos, y en la ciudad de Los Reyes hizo mucho daño, particularmente en negros.

Alcancé en esta ciudad algunos de los conquistadores viejos, a los cuales oí decir que llegados a este valle les parecía era imposible morirse, aunque también decían habían oído a los indios que no fueran poderosos a conquistarlos si pocos antes no hubiera venido una enfermedad de romadizo y dolor de costado que consumió la mayor parte dellos. Las frutas nuestras, como son melones, higos, pepinos, etc., y otras de la tierra, en gente desreglada causa grandes calenturas, a los cuales si les halla un poco faltos de virtud, fácilmente los despacha; pero desto es la causa la incontinencia, de los necios. Dejo otras particularidades, por no ser prolijo, y no se diga de mí que como aficionado las trato. Serla aficionado no lo niego, por tenerla por patria; en lo demás no digo tanto de bien como en ella, por la bondad de Dios, ha crecido en tan breves años.



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ArribaAbajoCapítulo LV

De las calidades de los nacidos en ella


Los que nascen en esta ciudad meros españoles son gentiles hombres por la mayor parte y de buenos entendimientos, y animosos, y lo serían más si los ejercitasen en cosas de guerra; son muy buenos hombres de a caballo y galanos, y para otras cosas que adornan, la policía humana, no les falta habilidad. Por la mayor parte son más pródigos que liberales, y trasportados hacen muchas ventajas a los naturales. En una cosa tienen gran falta, esta no es la culpa suya, sino de los que gobiernan; déseme licencia para tratarlo, porque a ello no me mueve quererme entremeter en cosas de gobierno, sino advertir del daño que podría suceder. La falta que tienen es que esta ciudad es puerto de mar. Pues los nacidos en puerto, que no sepan nadar, que no sepan qué cosa es mar, que no entren en ella, y que si entran luego se marean como si vivieran muy apartados della; esta es la falta. Hasta agora no se sintía, porque no se imaginaba que enemigos de la Iglesia católica y del nombre español nos habían de venir a robar; pero ya que por nuestros pecados lo experimentamos, debían los gobernadores a todos los nacidos en esta ciudad desde muchos años, mandar llevarlos al puerto, enseñarlos a nadar, meterlos en barcos y hacerlos llevar por lo menos dos veces en la semana cuatro   —143→   leguas y más a la mar, porque se hiciesen a ella, no que como testigo de vista hablo.

Cuando don García de Mendoza, marqués de Cañete, envió contra el inglés tres navíos grandes y otros patajes, yo iba en la Almiranta, y cuantos criollos, así los llamamos, iban en ella, y hombres bien nacidos, en entrando en la mar cayeron como amodorridos, y el día que vimos al enemigo, de mareados que estaban no eran hombres, y en tierra riñeran con el gran diablo de Palermo, los cuales si estuvieran hechos a entrar en la mar no les subcediera.

Esto no es falta de ánimo, sino falta de ejercicio marítimo; lean los gobernadores a Platón en los libros de sus Leyes, y en los de la República, y deprendan de allí en qué han de ejercitar los muchachos para que puedan y sepan defender su república. Que los nacidos en puerto a la lengua del agua no sepan ni conozcan la mar, notable descuido es; y desto no más. De las mujeres nacidas en esta ciudad, como en las demás de todo el reino, Tucumán y Chile, no tengo que decir sino que hacen mucha ventaja a los varones; perdónenme por escribirlo, y no lo escribiera si no fuera notísimo.




ArribaAbajoCapítulo LVI

Del puerto y pueblo del Callao


Dos leguas desta ciudad a la parte del Poniente demora (hablemos como marineros) el puerto desta   —144→   ciudad, llamado el Callao, poblado de muchos españoles y otras naciones, con su jurisdicción. Ha crecido mucho y crecería más, por ser temple más fresco y más sano que la ciudad de Los Reyes, a causa de ser fundado a la orilla o costa de la mar; solamente le falta agua y tierra para los edificios, porque lo uno y lo otro se trae más de media legua, porque el suelo todo es cascajo, y si alguna tierra hay es salitrosa, y de leña no tiene sino mucha falta. Tiene su iglesia mayor, sustenta cuatro conventos; Santo Domingo, llamado por otro nombre Nuestra Señora de Buena Guía, el cual fundó, con autoridad de la Orden, el venerable fray Melchor de Villagómez; después se ha augmentado, de suerte que es priorato. San Francisco, San Agustín, los padres de la Compañía, la Merced: todos se sustentan razonablemente, aunque con pocos religiosos; los más son los nuestros, que son de seis para arriba, y fue necesario fundarlos porque los religiosos que se embarcan y desembarcan se vayan a sus conventos, y no a casa de seglares, que es inconveniente.

También es castigado de temblores de tierra, y de tarde en tarde en inundaciones de la mar, porque cuanto ha que le conosco, que son más de 50 años a esta parte, sola una ha subcedido, que fue gobernando el conde del Villar, de la cual cuando dél tractaremos diremos lo que le subcedió. Sólo una cosa quiero decir, por ser cosa tocante a nuestro convento. Antes de la inundación, o juntamente con ella, vino un temblor de tierra muy grande, que derribó y arruinó muchos edificios; en el altar mayor de nuestro convento está la caja   —145→   del Santísimo Sacramento, y encima desta caja, en un tabernáculo, una imagen de Nuestra Señora de bulto grande; con el temblor cayó la imagen saliendo de su lugar, y fue la Majestad de Dios servido que, habiendo de caer la imagen la cabeza las gradas abajo, y los pies en las gradas altas, que son tres o cuatro, la hallaron los religiosos, pasado el temblor, acudiendo luego a la iglesia, la cabeza y rostro en la última grada del altar mayor, y los pies en la última grada junto al suelo, como postrada, pidiendo a su hijo benedictísimo misericordia por aquel pueblo, sin que se le hallase ninguna lesión; solamente el pico de la nariz tanto cuanto como desollado; en el encaje de la caja del Sanctísimo Sacramento ni en la caja no se halló cosa alguna más que si no hobiera pasado temblor alguno, ni la caja se movió de su lugar.

Todos los hombres de la mar tienen singular devoción a esta imagen y convento; los navíos que salen llevan sus alcancías señaladas para pedir limosna para Nuestra Señora, y cuando vuelven acuden con la recogida, con mucho amor. Tiene el puerto abundancia de pescado al verano, que es de Noviembre hasta fin de Abril; luego entran las garúas y hace un poco de frío, y entonces hácense los peces a la mar a buscar abrigo.



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ArribaAbajoCapítulo LVII

De los valles que se siguen


Siguiendo la costa adelante al Sur, llegamos luego al valle nombrado Pachacámac, no muy ancho, aunque en partes tiene dos leguas y más de fértil suelo; hay en él muy pocos naturales; las borracheras los han consumido el día de hoy. A la entrada del valle vemos aquel famoso adoratorio o guaca, que es un edificio poco menor que el de la guaca de Trujillo, dedicado por los indios al demonio, que les hacía creer era el criador de la tierra, y así llamaron Pachacámac, que quiere decir criador de la tierra. Es fama en esta guaca haber gran suma de tesoro aquí enterrado y ofrecido al demonio. Han algunos cavado en ella, empero no han dado en él, sino sacado plata de la bolsa; es necesaria mucha suma de plata y muchos años para atravesarla. Hoy la vemos casi cubierta de arena que los aires sobre ella han amontonado. A este valle, cinco leguas adelante, se sigue el valle de Chilca, que son unas hoyas naturalmente cercadas de arena, en las cuales se da mucho maíz y demás mantenimientos de la tierra; de nuestras fructas, uvas, higos, ranadas, membrillos y melones, los mejores del mundo, y las demás fructas muy sabrosas, porque la tierra pica en salitre. Este valle ni hoyas tienen agua con que se rieguen, ni del cielo ni de la tierra, pero tiene bastante humedad   —147→   con el agua que por debajo de la tierra se trasmina, la cual es poderosa para que las comidas crezcan, se multipliquen y lleguen a sazón; hállanse en estas hoyas jagüeyes, que son unos pozos poco fondos, con la mano alcanzamos a ellos, de agita salobre; otros, y éstos pocos, de agua un poco mejor que se puede beber y con ella se sustentan los indios y los españoles que por aquí caminan. Para sembrar el maíz usan los indios una cosa extraña: el grano de maíz lo meten en una cabeza de sardina, y así lo ponen debajo de la tierra; es mucha la que da en la costa (donde muy cerca están estas hoyas) huyendo de los peces mayores, si no dan en la costa, tienen cuidado de pescarlas. La costa es abundantísima de pescado, lizas, corbinas, lenguados, tollos y otros. Los indios usan sus balsas de junco como los demás desta costa y valles; puerto ninguno tiene. Los naturales se van consumiendo por la razón en el otro capítulo dicha.

Luego a cuatro leguas se sigue el valle llamado Mara, a quien corrompiendo la r en 1 llamamos Mala; de mucha y muy buena tierra, con un río de la mejor agua destos llanos; es río de oro, de aquí se sacaba cinco o seis leguas más arriba para el Inga. Dos leguas el río arriba de la costa está un pueblo pequeño de cien indios casados, poco menos, nombrado Calango, que lo doctrina nuestra Orden. Doctrinándolo un religioso nuestro, llegó a él un indio con una piedra de metal, que la mayor parte era plata, y díjole que él le enseñaría la mina; sábenlo los caciques; este fue indio que hasta hoy no ha parecido, mas entiéndese lo mataron porque no descubriese aquel cerro, y así se   —148→   ha quedado. El valle es fertilísimo de maíz, trigo y demás mantenimientos, todo acequiado; cultívase poco, respecto de haberse consumido los indios por las borracheras dichas. Dos leguas adelante, poco más, se sigue el de Acia, o por mejor decir el de Coaillo; tiene pocos indios, consumidos por lo dicho, y malas aguas. El río se sume más de seis leguas antes de la mar, y junto a ella revienta en poca agua en una laguna pequeña que se hace cerca del tambo llamado Acia.

Tiene buenas tierras, aunque es angosto de riego. Fueron los indios deste valle ricos de oro, y ellos entre los naturales destos Llanos, los más nobles de condición; fue muy poblado; ya son pocos.